11 de octubre de 2024

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La espada de Fonst iluminó a Cuba

La medalla de Ramón Fonst fue la primera de oro olímpica de la Mayor de las Antillas, el 14 de junio de 1900.

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No hubo ceremonia de apertura ni de clausura, duraron cinco meses, del 14 de mayo hasta el 28 de octubre; los eventos no se llamaron Juegos Olímpicos, pero sí fueron reconocidos así, por los esfuerzos del Barón Pierre de Coubertin. Incluso, muchos atletas ignorarían, algunos hasta su muerte, que compitieron en los Juegos Olímpicos.

¿Qué pasó? Fueron absorbidos por la Exposición Universal por el advenimiento del siglo XX, la cual, a partir del criterio de algunos dirigentes de la Tercera República Francesa, quienes creían que el revés en la guerra franco-prusiana de 1870 se debió al mal estado físico de los jóvenes del país, propuso –como parte de la celebración– la realización de competiciones internacionales, para promover el deporte.

En consecuencia, la Unión de sociedades deportivas atléticas francesas acordó: «Las competiciones de la Exposición se celebran en lugar de los Juegos Olímpicos de 1900, y cuentan como equivalentes a los de la II Olimpiada».

Atrajeron a 58 731 atletas, pero, según el COI, solo 997, de 24 países, compitieron en disciplinas olímpicas. Aun así, esta edición tuvo el mérito de ver el estreno de las mujeres y a su primera campeona, la tenista británica Charlotte Cooper.

También dejaron un hecho inédito hasta hoy. Con sus victorias en 60 metros, 110 y 200 metros con vallas y salto de longitud, el estadounidense Alvin Kraenzlein es el único deportista con cuatro medallas de oro individuales en atletismo, en una misma cita olímpica.

LA ESPADA DORADA DE FONST

«Su estilo no es el que yo mencionaría como modelo a un principiante. Su forma no es del todo francesa ni italiana, pertenece a una escuela de esgrima no reconocida; parece haber sido desarrollada por él para adaptarla a las particularidades de su físico».

Cuando Albertson van Zo Post, su coequipero, dijo esto, ya Ramón Fonst Segundo tenía cuatro preseas de oro olímpico en la esgrima. La primera fue en París, en el alba del siglo XX.

Tuvo que vencer el abolengo de las salas de armas europeas, en las que ya había brillado, y vencer a laureados maestros, incluyendo a su profesor, el francés Albert Ayat.

Por el cetro encontró a otro anfitrión, Louis Perrée. Cuenta la esgrimista y colega Irene Forbes, medallista de bronce y de plata en los Juegos Panamericanos de Cali-1971, y miembro de la escuadra olímpica cubana en Munich-1972 –en su eximia obra Ramón Fonst As de Espada, premio nacional de Biografía del Instituto Cubano del Libro–, que aquel fue un combate a un solo toque.

Un majestuoso contrataque, que dejó la punta de la espada en plena anatomía del francés, debió resolver el duelo, pero los jueces dudaron. Fonst cambió la estrategia; atacó, con su largo brazo izquierdo, por el lateral que guía su arma, conocido como línea de sexta, y perforó el antebrazo rival, pero tampoco los jueces aceptaron. Tras varias escaramuzas, bate el acero de su oponente, y el suyo se clava en el pecho de Perrée. La estocada convirtió a Cuba en una de las 14 naciones que subieron a lo más alto del podio parisino. Fue la primera medalla de oro olímpica de la Mayor de las Antillas, el 14 de junio de 1900, pero la historia crecería en San Luis-1904.

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