Vas bien, Camilo
Conocido como una de las piezas fundamentales de la lucha armada que puso fin a la dictadura de Fulgencio Batista, su presencia en la expedición del yate Granma y su amistad incondicional con Ernesto Guevara y Fidel Castro, Camilo Cienfuegos Gorriarán es recordado por el gigantesco respaldo popular con que contaba, así como por su temple, valentía y entereza, que le valieron el notorio calificativo de Señor de la Vanguardia.
Justamente cuando se cumplen 64 años de su desaparición física, este 28 de octubre ensalzamos la impronta del hombre del sombrero alón, garantizamos la continuidad de sus ideas y ponderamos el quehacer de este entusiasta del béisbol, la escultura, la poesía y, en especial, de la Historia, en pos de la Cuba que hoy construimos.
Nacido el 6 de febrero de 1932 en la localidad habanera de Lawton, desde bien temprano se vinculó a las luchas populares por reivindicaciones sociales, hasta tomar un papel más activo en las filas del Ejército Rebelde y destacar, entre otros, en importantes combates como La Plata, El Uvero, Bueycito, El Hombrito, Pino del Agua y, principalmente Yaguajay, donde tras nueve días de intenso bregar, logró tomar el cuartel junto a sus compañeros.
Tan pronto triunfara la Revolución fue designado Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde, donde desempeñó importantes responsabilidades militares, entre ellas la detención del traidor Hubert Matos, quien con la meta de socavar la naciente Revolución, impulsó una sublevación en Camagüey, sitio al que Camilo acudió para neutralizar la acción.
El 28 de octubre de 1959, un minuto después de las seis de la tarde, despegó de regreso a La Habana en un avión identificado como FAR 53, junto al piloto Luciano Fariñas y al soldado Félix Rodríguez, quien fungía como su escolta. Desafortunadamente, jamás llegó a su destino y, por muy intensas que fueron las posteriores jornadas de búsqueda, nunca pudieron hallarse los restos de aquel siniestro aéreo ni de sus tripulantes.
Latieron con fuerza los corazones de una Isla que no dudó ni un segundo en glorificar a su héroe, engalanando con flores los ríos y mares de la nación; y trascendió su estirpe en el alma de los miles de jóvenes que cada año ingresan a las escuelas militares, que se honran con su nombre.
Adornadas las aguas cubanas magnifican hoy su recuerdo. La Patria lo contempla orgullosa y con nostalgia evoca su presencia. Renace su ser en las olas y, en multitudinaria cita, se reencuentra con su gente y refulge su eterna sonrisa.
