Carnaval: miradas desde el público

Fotos y video de la puesta, tomadas del perfil de Facebook de Rubén Darío Salazar Taquechel
En este caso, decir lo que más me gustó de la obra no se vale, porque es tan personal, que resultaría injusto ante las mil virtudes que destacan en el más reciente estreno de Teatro de las Estaciones. Sin embargo, si lo callo, me traiciono: yo disfruté tantísimo reencontrarme con el actor extraordinario que es Rubén Darío Salazar sobre el escenario, de punta a punta, en una puesta titiritera. Fue como volver a mi infancia de Papalote y mi adolescencia y juventud con Estaciones y encontrarlo todo en el mismo sitio, igual de brillante.
Ahora sí, veamos otras miradas que también invitan a no perderse Carnaval: ni una palabra, toda la atención. Un pequeño de once años llamó la atención de su madre al respecto, apenas salieron de la sala repleta: «Ni hablaban, mami, pero lo entendí todo y también me reí cantidad». Y es que sí, la gestualidad de los cuatro actores en escena, sus expresiones y los sonidos, no necesariamente articulados como palabras, son suficientes para seguir el hilo y entender la historia.
La historia, ya que estamos, es otra carta de triunfo, pues un amor difícil, pero con final feliz, siempre atrapa. Si llega envuelto en esa visualidad atractiva y también dialogante, expresiva, llena de conceptos, que garantiza el mago Zenén Calero, es imposible mantenerse fuera del hechizo.
Cuatro personajes van hilando esta fantasía de amor, donde la avaricia del padre, Don Pantalón (interpretado por Rubén Darío Salazar), sucumbe finalmente ante los afectos y conspira a favor de los enamorados, Colombina y Arlequín (María Laura Germán y Yadier Durán, respectivamente). Así las cosas, queda frustrado el pretendiente acaudalado, Pierrot (Iván García), en el intento de comprar el corazón de la joven. Las actuaciones absolutamente sinceras; el mensaje, imprescindible en estos tiempos solitarios.
No es la primera vez que el genio de Rubén Darío Salazar convierte la música en teatro. Quienes seguimos el quehacer de Estaciones sabemos que puede ir de una versión del cuento sinfónico para niños Opus 67, de Serguei Prokofiev, (Pedro y el lobo), a los temas del cantautor cubano William Vivanco (Cuento de amor en un barrio barroco), o la voz de la soprano Bárbara Llanes (Canción para estar contigo), pasando por Rita Montaner y Bola de Nieve (Por el monte Carulé).
Sin embargo, esta re-creación de El carnaval de los animales, una suite del compositor francés Camille Saint-Saens y piezas de otros creadores europeos, pasadas por el oído y las manos del músico matancero Raúl Valdés, no solo es un regalo exquisito para el espectador medianamente entrenado, sino un excelente ejercicio para los sentidos.
El descubrimiento, paso a paso, la alerta constante para desentrañar este o aquel detalle, fue lo que cautivó a cierta jovencita, estudiante de nivel elemental de música: hay elementos asiáticos en el vestuario… uff, por fin el padre ha entrado en razones… ah, pero esas máscaras me remiten al carnaval de Venecia… Así transcurrió para ella alrededor de una hora que concluyó con aplausos merecidos, aparentemente interminables, decididos a volver.