El «divertimento», en su esencia lúdica y profunda, convoca a la audiencia a redescubrir el placer de lo cotidiano y el poder del arte para transformar el espacio urbano en un escenario de emociones y reflexiones perdurables.

La experiencia, libre de las limitaciones del tiempo, invita a los espectadores a dejarse llevar por una narrativa en la que la tradición se renueva a cada instante.
La Plaza de la Vigía, testigo silente de innumerables historias, se convirtió en el epicentro de una celebración continua, donde el teatro callejero se fundió con la vibración del espíritu matancero.