Humberto Solás, un cineasta apasionado
Recuerdo como si fuera ayer la tarde que vimos el filme Lucía (1968). Ese estudio independiente de la asignatura Producción Audiovisual nos permitió acercarnos por primera vez a una de las diez películas más importantes del cine iberoamericano. Reunidas en una de las literas de nuestro dormitorio en la Universidad, las becadas observamos con detenimiento cada una de las escenas. La vida de las tres Lucías, dibujadas en el filme de Humberto Solás, nos hizo llorar, compartir la ira y meditar sobre los miedos o prejuicios que ha enfrentado la mujer cubana en las distintas épocas.
El contenido impartido en clases nos permitió analizar con más profundidad aquella trama; desde el alto vuelo dramático de la historia, estructurada en tres cuentos, hasta la coherencia de elementos como la edición, la música y la fotografía. No en balde mereció el Primer Premio de Oro en Moscú (URSS) y Primer Globo de Oro en el Festival de Cine de la Cinemateca Italiana, Milán, 1970, por solo citar algunos de los más de 12 galardones recibidos a nivel internacional.
Pero detrás de aquel éxito, además del talentoso elenco y la profesionalidad del equipo técnico, estaba su director Humberto Solás; ese joven que a los catorce años se había unido a una célula de acción del Movimiento 26 de Julio y que años más tarde, después de graduarse de Licenciatura en Historia del Arte, de la Universidad de la Habana, comprendió la necesidad de un nuevo acercamiento artístico a la realidad latinoamericana y cubana.
Humberto Solás, sí, fue el mismo que presidió hasta su muerte el Festival Internacional de Cine Pobre, porque creía en las potencialidades del cine creativo y de bajo presupuesto. Su amor a la imagen, capaz de decirlo todo a veces sin una sola palabra, reflejó las interioridades de un excelente cineasta, que, sobre todas las cualidades, demostró ser un humanista apasionado.
Mientras se insertaba en las corrientes de la vanguardia cinematográfica contemporánea Solás abogaba por la unidad, la paz y la justicia social; elementos presentes también en otras películas como Cecilia (1981-1982), Un hombre de éxito (1986), primer filme cubano candidato al Oscar en la categoría de Mejor Filme Extranjero, o El siglo de las luces (1991), película escogida para inaugurar a principios de los años noventa el Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano.
Humberto Solás cerró los ojos por última vez el 18 de septiembre de 2008 y Cuba despidió al hombre decidido a reflejar en largometrajes la complejidad del mundo, ya fuera desde sus miserias o delirios. Él encontró una forma genuina de inmortalizarse, y nosotros, los espectadores, hallamos una magia en la filmografía cubana que no podremos olvidar después de ver películas tan sentidas como Lucía.