José Jacinto Milanés, el alma de la matanceridad (+audio y fotos)
(…) oye un violín al revés,
oye el silencio; tal vez
cuando suena así la brisa
está llorando por Isa
el alma de Milanés.
Dicen los que han pasado por esta ciudad que los silencios nocturnos de sus calles enamoran, que entre las penumbras sepulcrales de un sol que se aleja se escuchan solo tenues confesiones sin rimas, susurros que vienen a trasnochar hasta al más vívido de los espíritus.
Hay quienes, a veces, se sienten acompañados en medio de la soledad y puede ser (me gustaría pensarlo) que José Jacinto Milanés desanda los puentes centenarios en busca de su amor, perdido entre los versos que lo inmortalizan en Matanzas. Tal vez ocurre que, desde el 14 de noviembre de 1863, el alma de un poeta continúa deambulando por la urbe, como lo hiciera durante sus años de juventud.
Cintio Vitier apuntó que José Jacinto Milanés encarna la matanceridad, “detrás del tono idílico de sus obras se nos revela el sello de su candor provinciano y paradisíaco, que supo enfrentar con su pluma el yugo de la metrópoli española”.
Ese es el poeta para los matanceros, una personalidad a la que debemos acudir siempre.
Resalta en la obra del poeta matancero José Jacinto Milanés, el invaluable sentido romántico de sus versos, líneas que se convirtieron en una suerte de canto a las desesperanzas, agonías y despechos de un amor que nunca se concretó.
Numerosas especulaciones rodean la vida de esta personalidad de las letras cubanas, perteneciente al primer movimiento romántico desarrollado en la isla. Más allá de las suposiciones, Milanés resalta por los significativos aportes que lo convierten en un símbolo de la matanceridad.
Vino a este mundo con una estrella que se apagó pronto, aunque no hizo falta más de 49 años para probar la excelencia del hombre extraordinario que encontró en la soledad la compañera perfecta y la mejor de las musas.
Desde muy joven el mayor de los Milanés y Fuentes se mostraba como un muchacho taciturno, imposibilitado de llevar una vida independiente que le permitiera el cultivo de sus aptitudes intelectuales. Bajo estas circunstancias encontró la manera de traducir sus congojas más íntimas en versos.
Olvidado y subvalorado por muchos, creció a medida que la locura enmudeció sus labios, aunque no sus poemas, esos mismos que aún esperan ser rescatados, sacados de la existencia extraterrenal que les dio vida para ganarse la admiración de quienes le debemos tanto al poeta de la inspiración espontánea, romántica y melancólica.
Las leyendas románticas son muy bonitas, pero no debemos pasar por alto las esencias del gran poeta que fue.
Milanés: el romántico patriota…el patriota romántico
Milanés ha sido relegado de alguna forma también por la historia porque lamentablemente prevalecen los mitos de su vida sobre sus magníficas obras. La mayoría de las personas buscan más las leyendas y el extraordinario hombre aparece entonces como un loco que se enamoró de su prima, sin llegar a conocer realmente su trascendencia en la vida cultural de este archipiélago caribeño.
La gente se olvida así de que él fue el autor de El Conde Alarcos, la primera obra antimonárquica de Cuba, presentada en La Habana, Matanzas y España con un éxito extraordinario y que así también escribió El negro alzado, el primer poema antiesclavista de la literatura cubana.
Cuando se busca en el siglo 19, no existe en la obra de ninguno de los poetas que se han venerado una definición patriótica más fuerte que la que hay en Las epístolas a Ignacio Rodríguez Galván, un mexicano amigo suyo. Aunque se le acusó de moralista y apenas se menciona cómo en ellas se manifestó su cubanía, en Milanés existía una fuerte preocupación por los destinos de su Patria.
Tanto fue así que el propio Galván lo invitó a marcharse de Cuba debido a la situación económica a la que se enfrentaba, valorándolo como el gran poeta que era y los éxitos que podría alcanzar en otras tierras, pero él se negó rotundamente.
Le sobró patriotismo a Milanés, fue demasiado su amor por esta deliciosamente implacable ciudad que le dio y le quitó todo.
A 160 años de su fallecimiento los poetas y dramaturgos matanceros lo veneran; los teatristas también encuentran bajo la sombra fértil de sus creaciones propuestas dignas de ser representadas.
En forma de investigaciones, versos y puestas en escenas el poeta retorna para establecerse en el sitio que le corresponde como una de las figuras cimeras de la literatura nacional.
Tal vez por la sutileza persistente de los románticos empedernidos, Milanés regresa a esta tierra una y otra vez cual ave fénix que renace entre sus cenizas, con la esperanza de que, definitivamente, su espíritu permanezca y su alma enamorada deambule para siempre en la tierra a la que tanto amó.