La Emperatriz de la Perla del Sur (+audio)
Poseedora de una notoria aptitud musical y una excepcional versatilidad interpretativa, pese a su efímera existencia, Raimunda Paula Peña Álvarez, más conocida como «Paulina Álvarez» se consolidó como una de las más icónicas figuras de la cancionística cubana, mundialmente recordada por los innumerables títulos del pentagrama que engalanó con su voz y por su ingente talento, que le valió el calificativo de «Emperatriz del Danzonete».
Nacida en Cienfuegos el 29 de junio de 1912, Paulina denotó desde temprana edad su entereza artística, se estableció en La Habana, donde perfeccionó sus saberes en el Conservatorio municipal de Música (hoy Amadeo Roldán), despuntó desde la radio con una muy exitosa versión «El manisero«, de Moisés Simons y, una vez ingresó a la denominada Orquesta Elegante, de Edelmiro Pérez, deleitó como solista con «Lágrimas Negras» de Miguel Matamoros y «Mujer divina», de Agustín Lara.
El mayor reconocimiento le llegó en 1929 con «Rompiendo la rutina», el primer danzonete que, de la mano del matancero José Manuel Aniceto Díaz, llegó a la histriónica intérprete con su novedosa sonoridad y estilo y puso las miradas sobre ella en un contexto donde agrupaciones como las de Ernesto Muñoz, Cheo Belén Puig y los Hermanos Martínez, entre otras, evidenciaban la primacía de las voces masculinas en el entorno musical.
Tras incursionar, además, en géneros como la guaracha, la rumba, el bolero y el cha cha chá y colmar de fama y prestigio a múltiples orquestas del momento, decidió fundar la suya propia, de la que nacieron disímiles producciones discográficas, presentaciones en el Cabaret «Tropicana», los teatros «Campoamor», «Nacional», «Payret» y «Martí» y una popularidad que trascendió las fronteras nacionales, hasta serle otorgado, incluso, el Premio al Mérito en 1957 por parte de la Unión Sindical de Músicos de Cuba.
Álvarez compartió escenario con grandes de la talla de Olga Guillot, Rosendo Rosell, Leopoldo Fernández y el Bárbaro del Ritmo, Benny Moré, así como las orquestas «Sublime», «Sensación» y «Melodías del 40» y en su repertorio sonoro es imposible obviar los temas “La violetera”, “Mimosa”, “Campanitas de cristal”, “El verdulero”, “Obsesión”, “Aprietas más”, “Vagando”, “Échale solfeando”, “No vale la pena” y “Ritmo pa’ mí”.
Su última aparición en público se dio en el programa televisivo «Música y Estrellas», donde cantó y bailó junto a Barbarito Diez y la emblemática Orquesta «Aragón». Tristemente la Emperatriz del Danzonete falleció en la capital de la Isla a la edad de 53 años el fatídico 22 de julio de 1965, legando a la posteridad un fructífero e invaluable catálogo sonoro que, hasta la fecha, enorgullece, instruye y enamora.