Las luces interiores de la Feria del Libro en Matanzas
Es difícil escribir en momentos en que falta constantemente el fluido eléctrico en la ciudad, pero aunque este problema existe, debo reconocer que la 32 Feria del Libro en Matanzas, del 6 al 10 de marzo último, cumplió sus sueños de llevarle a la población las más recientes publicaciones en esta provincia y el país, exaltada por la oportunidad de departir con importantes escritores e intelectuales.
Un buen por ciento de los eventos se realizaron sin audio, ni luces. Y vale destacar que más de un centenar de actividades literarias previstas se llevaron a efecto tanto en el museo Palacio de Junco, la casa de la UNEAC, el parque Los Chivos, escenario de encuentro para los miembros de la AHS , la sala El Peregrino, en la calle Narváez, la sala Pepe Camejo, así como en la Plataforma Central.
Se suman las del Archivo Histórico, la Casa de los Historiadores, la biblioteca Gener y del Monte, el museo Farmacéutico y el de Arte, además de la presentación de libros y autores en sitios escogidos de la Universidad, escuelas primarias, secundarias y preuniversitarios.
Asimismo, se materializaron las comprometidas en las editoriales Vigía, Aldabón y la Casa de las Letras Digdora Alonso o en la Oficina del Conservador, la casona de Tirri 81, donde vivió Carilda Oliver Labra y el teatro Sauto.
Gratificantes fueron los homenajes a las figuras destacadas como el escritor José Manuel Espino y la agrupación Teatro de las Estaciones, próxima a cumplir su aniversario 30.
En la zona ferial del paseo Narváez y la calle Medio trabajaron arduamente más de 200 gestores de conjunto entre el Centro provincial del Libro y la Literatura y las editoriales nacionales y extranjeras que vinieron a traer sus ofertas.
Como en años anteriores los precios oscilaron, entre los módicos de los libros locales hasta las elevadas opciones que ofrecieron otros países, situación que resulta imposible de revolver en los tiempos actuales, ya que en el extranjero el libro cuesta muchísimo y deben obtener ganancias, mientras en Cuba, los volúmenes son subsidiados por el Estado.
Como visión final, en mi opinión, el gran esfuerzo que las autoridades del país realizaron para celebrar la feria, contra viento y marea, y para bien, bajo un sol brillante, fue recompensado por el interés de los matanceros.
La 32 Feria Internacional del Libro en Matanzas estuvo sobre todo respaldada por la pasión que pusieron los directivos, instituciones y trabajadores, en lazo apretado con los escritores y artistas tanto yumurinos como nacionales de gran prestigio, para expandir la lectura de las ciencias, las artes y el conocimiento universal entre nuestros coterráneos.