Volver al cine, volver a vivir
La sala sigue casi vacía. Pero la película comienza. Y por un instante, todo se detiene. Porque aunque el mundo cambie, hay algo en el acto de mirar juntos que sigue siendo profundamente humano. El cine no ha muerto. Solo espera que lo volvamos a elegir
La sala está casi vacía. Un puñado de espectadores se acomoda en las butacas gastadas, mientras la luz del proyector corta la oscuridad con una promesa: la de contar una historia. Pero esa promesa, que durante décadas fue ritual y refugio, hoy se tambalea. El cine, como experiencia colectiva, ha perdido terreno frente a las pantallas personales, los algoritmos de recomendación y la inmediatez del streaming.
En Cuba, el panorama es aún más complejo. Muchos cines emblemáticos han cerrado sus puertas o se han convertido en espacios abandonados. La infraestructura deteriorada, la escasez de recursos y la falta de mantenimiento han convertido el acto de ir al cine en una rareza. Las salas que aún funcionan lo hacen con esfuerzo, con proyectores antiguos, sonido irregular y una programación limitada. Y sin embargo, siguen siendo espacios de resistencia cultural.
Recuperar el cine como experiencia única no es solo cuestión de tecnología, sino de imaginación. Hay que reinventar el ritual. Transformar cada función en un evento: cine-debate, presentaciones con realizadores, música en vivo, funciones temáticas. Que el espectador no solo vea una película, sino que la viva.
También hay que pensar en el acceso. En un país donde el bolsillo aprieta, el cine debe ser un derecho, no un lujo. Jornadas gratuitas, funciones comunitarias, descuentos para jóvenes, proyecciones al aire libre. Que el cine vuelva a los barrios, a las plazas, a las esquinas.
Y sobre todo, hay que apostar por el cine cubano. Por sus historias, sus voces, sus contradicciones. Porque cuando el público se ve reflejado en la pantalla, el vínculo se fortalece. El cine deja de ser entretenimiento y se convierte en espejo.
La sala sigue casi vacía. Pero la película comienza. Y por un instante, todo se detiene. Porque aunque el mundo cambie, hay algo en el acto de mirar juntos que sigue siendo profundamente humano. El cine no ha muerto. Solo espera que lo volvamos a elegir.
