2.45, el número de la suerte para Sotomayor treinta años después
“Para mi carrera previa al salto me inspiré en el estilo de Juantorena”, nos comentó Javier Sotomayor cuando las cámaras ya estaban en off. Eso suele pasar en las entrevistas que se registran en formato de video, excelentes declaraciones quedan fuera. Pero mientras los lentes estuvieron al descubierto, el deportista también estuvo a la altura de su récord 2.45.
Vestido para la ocasión con un traje azul cielo, dispuesto a hablar de cualquier tema, sobre todo de su carrera deportiva y de su vida actual, el campeón recibió al equipo de TTC en el bar- restaurante que se identifica en La Habana con el mismo nombre de su marca deportiva. Ese 2.45 que el 27 de julio de 1993, en la pista de Salamanca, el “Soto” fijó para la historia del atletismo, aunque nunca imaginó que permanecería imbatible por treinta años. Quién sabe si todavía más.
“Temor realmente yo nunca he tenido. En el año 1988 cuando hice mi primer récord del mundo, nunca un récord había pasado más de cinco o seis años sin que fuera batido y yo pensé lo mismo en aquel entonces, que estaría cinco, seis, siete, ocho años como recordista. Nunca pensé que iba a estar treinta y cinco años.
“Realmente me siento orgulloso, cada día es un día más que vivo con ese placer, pero siempre he estado convencido, desde aquel entonces, que algún día va a ser batido como mismo yo lo rompí. Hay una sola forma en que este récord no pueda ser batido, y no va a existir. Es que se deje saltar, que se saque del atletismo esta disciplina. Y eso no va a pasar. No sé si mañana, dentro de tres, cuatro, cinco, diez años, habrá algún saltador que salte 2.45. Han sido treinta años de reinado.”
“Después la IAAF tuvo la excelente idea de separarlos, pero se hacía en el mismo año el campeonato mundial en pista cubierta y el campeonato mundial al aire libre. Por la coincidencia de esos tres resultados, de haber ganado el mismo año dos campeonatos del mundo y el haber hecho en record del mundo ayudó – creo, bastante- a que ese año fuera elegido por los jueces para que me dieran el premio Príncipe de Asturias al deporte.”
Javier no tiene dudas en distinguir el 2.45 como su número de la suerte, pero la historia hubiera podido ser otra.
“Hay dos cosas que me sucedieron que es de los dolores más grandes que tuve en mi carrera deportiva. Una, la muerte de uno de mis entrenadores, José Godoy. Con él empecé con catorce años y con él llegué a saltar 2.44 – siempre aclaro que tuve la suerte de haber encontrado otro gran entrenador que supo mantener el nivel que había alcanzado con Godoy, con él salté 2.45- pero pienso que si Godoy me hubiera durado tal vez dos añitos más, este bar se hubiera llamado 2.46 o 2.47.”
“Viví la etapa de Alberto Juantorena, Silvio Leonard, María Caridad Colón, Alejandro Casañas. Después vino la época de Ana Fidelia Quirot, Roberto Hernández, Emilio Valle, Aniuska López y ya después la época de Iván Pedroso, Anier García, Yoelvis Quesada, Yipsi Moreno. Creo que viví tres generaciones, en las que en cada una de ellas el atletismo cubano brilló. Tuvimos muchos resultados, medallistas mundiales y olímpicos en esos casi veinte años que estuve en la preselección nacional de atletismo. Creo que me tocó vivir la mejor época a nivel mundial del salto de altura.”
“Hubo años entre el 2023 y el 2015 que dos saltadores tuvieron una rivalidad muy fuerte, Bomdarenko, el ucraniano, y Barshim, el qatarí. En ese tiempo yo vi temblar el 2.45. No será una marca eterna, pero fue la época en que más cercana vi esa posibilidad porque fueron dos atletas que estaban en una competición entre ellos muy, muy fuerte, a un nivel muy, muy alto. El ucraniano llegó a saltar 2.42 y Barshim 2.43. En varias de esas ocasiones intentaron saltos superiores a los 2.46 y algunas de ellas lo hicieron muy bien.”
Jaxier, uno de sus hijos, ha comenzado carrera también como saltador. Los resultados en competencias lo ubican ya como campeón nacional en España en la categoría sub-16. El recordista del mundo ha devenido su entrenador.
“El ochenta por ciento del tiempo que estoy con él, pienso más como entrenador que como padre. Lo digo porque hay veces que hasta en la forma de regañarlo, de llamarle la atención trato de pensar más como entrenador. Si lo trato como padre puedo ser un poquitico más agresivo. A la hora de interactuar en el momento específico dentro del escenario deportivo, ya dentro de las pistas, si no se siente bien en ese momento, no va a asimilar lo que le diga. Entonces por eso trato de regañar pero con cautela, de guiarlo. Yo pasé por eso. Conozco cómo funciona este mundo deportivo. Por mí, por compañeros que he tenido y por la experiencia que tengo dentro de este mundo, creo que mientras mejor sea la relación entre entrenador y atleta, va a ayudar mucho más a los resultados. En el momento en que estamos en el estadio pienso como entrenador, no como padre. Ya después, por supuesto, a la hora de la escuela, en casa, sí pienso como padre.”
“Hay cosas que el mundo deportivo te enseña. La principal es la disciplina, la constancia, la voluntad, la entrega, el afán de triunfar. Eso yo lo tuve como atleta. Creo que jamás me faltó. A lo mejor en la vida había personal no lo soy tanto pero sí en el ámbito deportivo y mi intención no es tener el mejor restaurante de La Habana, pero sí estar entre los mejores.”
Con todos esas sastisfacciones en su vida, Javier sigue soñando.
“Mientras tenga un aliento de vida voy a tener sueños, anhelos, cosas que seguir logrando. Ahora estoy en este proyecto del 2.45 pero la intención es seguir creciendo en todos los planos. En la parte empresarial, como entrenador, seguir creciendo como padre de familia, yo como persona. Siempre, siempre trato de ser lo mejor.”
(Tomado de Travel Trade Caribbean)