En Perico edifican sueños confortables
Para que un sueño se haga realidad, a veces no resulta suficiente desearlo con ansias. En su concreción pueden intervenir diversos factores. Sin embargo, en Perico algunos sí se concretan, hasta en lugares tan distantes como Tomeguín o la finca El Coloso.
Son estos, precisamente, lugares donde los sueños difícilmente se materializaban, por ubicarse en la periferia, a kilómetros de la cabecera municipal, hasta donde no siempre llegaban a tiempo, y a veces nunca, los recursos ni las respuestas a una necesidad perentoria.
Para llegarse a Tomeguín uno debe desviarse de la Carretera Central y transitar por un polvoriento camino durante un largo trecho.
Es de esos pueblecitos sin principio ni final. Nunca se sabe en qué punto inicia el poblado. No cuenta con cartel de bienvenida, ni ninguna otra señal de aviso. Lo mismo puede ser una mata de mango que un promontorio de tierra en el camino.
Mientras se avanza sabrás que ya arribaste, porque te sorprende un corrido mexicano que rompe abruptamente con el recogimiento general que parece distinguir a la zona.
La música proviene de la casa de Benito Moreira, quien tiene mucho que celebrar por estos días.
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Benito no es hombre al que le guste demasiado la algarabía, tampoco bebe ron, ni fuma. Pero sí le apasiona el trago de café mañanero, ese que trata de buscar nada más abre los ojos, incluso antes de calzarse los zapatos. También prefiere la música que saca del aletargamiento a un paraje que por momentos da la impresión que permanece deshabitado, aunque allí se oculten entre frondosas arboledas medio centenar de casas, 54 para ser exactos, porque hay quien lleva esos datos con precisión.
Sobre todo desde que el Gobierno del territorio decidió mejorar las condiciones de vida del asentamiento y un buen día llegaron brigadas de constructores para dignificar la vida de esos habitantes de Perico.
Cuando uno se coloca en medio del camino no logrará distinguir las casas parapetadas entre las ramas de los árboles, pero una edificación sí reluce entre las restantes, precisamente donde está ubicada la bodega, el consultorio y la casa de Benito.
El hogar de este hombre de trabajo –asegura que desde los doce años comenzó a agenciarse el sustento– compartía el techo, las goteras y hasta el peligro de derrumbe con la gran edificación donde se encontraban las principales instituciones de tanta importancia social para la comunidad.
Por eso sonríe y deja ver el diente de oro que heredó de su padre hace más de 50 años. Con el remozamiento de estos inmuebles el suyo también disfrutó de las mejoras constructivas.
Su esposa Lidia Coba agradece ya no tener que perseguir las goteras con una palangana cuando sobreviene un temporal.
«Yo no esperaba estos beneficios y agradezco que me llegaran cuando aún me siento en plenitud de facultades. Esto es obra del Partido y el Gobierno del territorio, me han hecho inmensamente feliz», comenta el veterano.
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Junto a la casa de Benito queda la bodega, que también evidencia la calidad de las obras acometidas. Allí reciben la canasta familiar normada 151 consumidores.
Un poco más allá, formando parte de la gran edificación de un llamativo color azul, se ubica el consultorio. Quizás a Tomeguín aún le resten muchos sueños por cumplir, pero sí cuenta con un enfermero con gran profesionalidad, capaz de pedalear cada día, de lunes a sábado, los cuatro kilómetros que separan a este caserío de El Roque, donde reside el especialista de la Salud.
Isnel Castillo siempre se sintió a gusto atendiendo a sus pacientes, pero desde que remodelaron el consultorio experimenta una especie de inyección energizante, por el regusto que provoca lo nuevo.
Es que nada se compara, dice él, a abrir una puerta de cedro, contar con ventanas seguras y resistentes, y sobre todo un techo que cubra toda la estructura. «No como las tejas de antes por donde se filtraba la lluvia».
El consultorio cuenta además con baño sanitario, equipo de oxígeno, aerosol y lo indispensable para efectuar los primeros auxilios ante un accidente u otra urgencia médica.
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A varios kilómetros de Tomeguín se ubica la finca El Coloso. Queda al norte del municipio de Perico, por la carretera que comunica con Máximo Gómez.
El asentamiento también ha centrado las atenciones de las autoridades del municipio, quienes chequean sistemáticamente el avance de las obras. Avances concretos que se pueden medir por el impacto real que representan para quienes viven aquí contar con un hogar digno.
Anteriormente, las familias que decidieron habitar el viejo albergue de El Coloso contaban con un sitio donde pernoctar, pero por más necesidad de vivienda que tuvieran no podrían llamarle así a aquellos espacios sin baños, ni paredes divisorias.
Alexis Sánchez Bernal aún conserva las fotos donde se muestran las condiciones infrahumanas en las que vivía.
Un agujero por sanitario y una sábana o lona que intentaba definir sus predios de los de otra familia. Hasta que por fin llegaron las visitas, los análisis, junto a los materiales y las brigadas constructoras.
Hoy Alexis muestra su casa con orgullo, sobre todo el baño y cocina azulejeados. Las paredes robustas que le permiten cierta privacidad que antes no conocía.
De las 19 casas que deben culminarse con este programa en Perico, ya se han entregado cinco. Cinco familias que no ponen reparos en abrir sus puertas a los visitantes que acompañan a las autoridades del territorio.
La actitud responde al agradecimiento por la obra acometida, que le transformó la vida a estos seres haciendo realidad un sueño quizás postergado, pero el cual finalmente se hizo realidad.