13 de noviembre de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Esperanza más allá de la fortuna

Marta y sus hermanas decidieron que la fortuna heredada debía convertirse en obra social. Escuelas para niños pobres, asilos para desamparados, lavaderos públicos para aliviar la carga de las mujeres y un teatro que sería la joya cultural de la ciudad
No todas las fortunas se convierten en templos de vanidad; algunas, como la de Marta de los Ángeles Abreu y Arencibia se transforman en cimientos de justicia y memoria. En la Santa Clara decimonónica, marcada por contrastes sociales y tensiones coloniales, emergió la figura de esta mujer que supo convertir privilegio en servicio, riqueza en esperanza y sensibilidad en acción concreta.
Su nombre, pronunciado con respeto y admiración a casi dos centurias de su natalicio aquel 13 de noviembre de 1845, sigue siendo sinónimo de entrega y grandeza.
La joven Marta, hija de una familia acomodada, no se dejó encandilar por los lujos de su tiempo. Sus viajes por Europa y Estados Unidos le abrieron los ojos a realidades que contrastaban con la vida apacible de su ciudad natal. De regreso a Cuba comprendió que su destino no era acumular, sino compartir. Así comenzó a gestarse la benefactora que Santa Clara reconocería como su protectora más fiel.
La muerte de su padre en 1876 fue el punto de inflexión. Marta y sus hermanas decidieron que la fortuna heredada debía convertirse en obra social. Escuelas para niños pobres, asilos para desamparados, lavaderos públicos para aliviar la carga de las mujeres y un teatro que sería la joya cultural de la ciudad. Cada proyecto fue un acto de amor y de justicia y el Teatro La Caridad, inaugurado en 1885, devino símbolo eterno de su visión: la cultura como patrimonio del pueblo.
Pero su generosidad no se limitó a la filantropía. Marta fue también mecenas de artistas y científicos, apoyando al naturalista Carlos de la Torre, al astrónomo Julio Jover Anido y al médico Manuel Velasco. En cada gesto suyo se advertía una convicción: que el conocimiento y el arte son fuerzas emancipadoras, capaces de elevar a la sociedad tanto como el pan y el techo.
Su compromiso patriótico fue aún más radical. Junto a su esposo, Luis Estévez, liberó a los esclavos heredados y les entregó tierras. Durante la Guerra del 95 puso toda su fortuna al servicio de la independencia, llegando a declarar que si se agotaban los recursos, pediría limosna con su familia antes que abandonar la causa.
Exiliada en Francia por sus ideas, desplegó allí una intensa labor conspirativa y de recaudación de fondos, enlazando su nombre con los grandes de la gesta libertadora.
El ocaso de su existencia le sorprendió el 2 de enero de 1909 y Cuba entera se vistió de luto. La prensa recogió el dolor de un pueblo que veía partir a su más fiel benefactora y las palabras del Generalísimo Máximo Gómez, cual testimonio de gratitud, la proclamaron como la fémina merecedora de los más altos honores del Ejército Libertador.
Hoy, más de un siglo después, Marta de los Ángeles Abreu y Arencibia sigue siendo la protectora de Santa Clara, la mujer que convirtió riqueza en justicia y sensibilidad en acción, cuyo legado palpita en monumentos, escuelas y teatros, pero sobre todo en la memoria de un pueblo que la reconoce como símbolo eterno de libertad y dignidad.

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