29 de abril de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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José de la Luz y Caballero: precursor y maestro

José de la Luz y Caballero permanece, 223 años después de su natalicio, en la memoria y el pensamiento de un pueblo. Su nombre e ideas no parecen lejanos cuando se habla de la Patria y de los educadores que vivieron para contagiar al resto ese inquebrantable amor por ella.

“José de la Luz y Caballero fué un hombre puro, y fué, también, precursor. No soñó nunca, seguramente, en perturbar las conciencias preparándolas para la acción inmediata y asoladora; ansió, por el contrario, iluminarlas en la verdad y serenarlas en la virtud; pero al cabo las perturbó, sin embargo; regó por todas partes gérmenes sublimes y fecundos de moralidad y grandeza viril…”.

(Tomado del libro La Oratoria en Cuba, Tomo I, recopilación dirigida, prologada y anotada por José Manuel Carbonell y Rivero)

Manuel Sanguily,  hijo espiritual de José de la Luz y Caballero, intentó de esta forma dibujar la complejidad de un hombre que amó mucho a Cuba y enseñó a sus alumnos desde la majestad del pensamiento.

Más de dos siglos han transcurrido desde aquel 11 de julio de 1800, cuando naciera en La Habana, la misma ciudad donde también reposaría su cuerpo para siempre.

Vivir, morir por un principio, defender el patriotismo desde un civismo puro, marcaron las ideas de un hombre que, aunque no se propuso preparar el futuro hacia determinada orientación nacional, contribuyó de forma significativa al arrojo de los grandes intelectuales del 68.

Cuentan que los discursos del orador, filósofo y ante todo maestro, José de la Luz y Caballero, tenían una solemnidad bíblica, pues su formación eclesiástica lo marcaron siempre. Su estilo de enseñanza era didáctico y severo, su palabra, impulso incipiente de la independencia de Cuba.

Continuador de Félix Varela, yo diría su alter ego, sintió como suyas las luchas del maestro, las mismas de su tío José Agustín Caballero. Opuesto a las filosofías y los métodos de enseñanza escolásticos, no solo defendió las metodologías y  doctrinas del primero, sino que lo llegó a citar diariamente y se guiaba por sus textos para impartir las clases.

De la luz que arde y enciende, de la que se contagia y crece, fue este hombre que viajó desde 1820 por Estados Unidos y Europa, donde bebió los nuevos tesoros de la ilustración y los supo moldear a la realidad cubana.

Elogio, palabras  pronunciadas 20 años después en el Cementerio de La Habana en honor al doctor Nicolás Manuel Escobedo, constituye una de las joyas de la oratoria nacional, recogida en el Volumen VII de La Oratoria en Cuba; y Aforismos, su obra más sorprendente.

Sus colaboraciones con la revista Bimestre Cubana y Faro Industrial de La Habana, su desempeño como director del Colegio de San Cristóbal y su protagonismo en la fundación del Colegio del Salvador son otros de los méritos que distinguieron la vida de este excelente maestro.

Quienes atestiguaron su pasión por la pedagogía lo vieron poner su biblioteca personal a disposición de este último colegio,  implantar métodos modernos de enseñanza o transmitir a sus alumnos el aliento de fe y rectificación emanado de un profundo sentido de elevación humana.

José de la Luz y Caballero permanece, 223 años después de su natalicio, en la memoria y el pensamiento de un pueblo. Su nombre e ideas no parecen lejanos cuando se habla de la Patria y de los educadores que vivieron para contagiar al resto ese inquebrantable amor por ella.

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