9 de julio de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

La Virgencita de la Caridad y un pueblo de fe

Cuando encontré esta foto antigua, repleta de niños y rostros emocionados junto a la imagen de Cachita, supe que no era solo un recuerdo, era la prueba viva de que somos, sin dudas, un pueblo de fe inmensa.
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Mis bisabuelos, Evangelio Ortíz y Pura Concepción Román, nacieron en los primeros años de la mal llamada República. Mi bisabuelo, separado pero aún sin el amparo legal del divorcio, conoció a quien sería el amor de su vida: Moña, como llamaban cariñosamente a mi bisabuela. De esa unión nacieron más de seis hijos, aunque solo dos sobrevivieron la niñez.
Mi abuela, devota, siempre creyó que las dificultades en su familia eran consecuencia de que su madre estaba unida a un hombre legalmente casado. Fue así como se encomendó con fervor a la Virgen de la Caridad del Cobre. Mi bisabuelo, consciente de aquella devoción, trajo en 1938 una imagen de la Virgen desde Santiago de Cuba. Desde entonces, la pequeña figura se convirtió en símbolo de esperanza y guía espiritual en nuestra familia.
En la década del 40, finalmente, mis bisabuelos pudieron casarse a los pies de esa imagen, y desde entonces, todos los festejos del barrio —en la calle Santa Isabel— se celebraban ante ella. Yo crecí entre aquellos recuerdos, jugaba con las batas viejas de la Virgencita mientras mi bisabuela, ya centenaria, me contaba historias y me tarareaba con dulzura:
Y si vas al Cobre quiero que me traigas, una Virgencita de la Caridad…
Recuerdo que el día en que mi bisabuela murió, llovía intensamente, como si el cielo acompañara su partida con las mismas tormentas que un día llevaron a los pescadores al encuentro de Cachita. Tiempo después, la Virgen fue donada a la Iglesia de La Milagrosa, cumpliendo así su voluntad. Sin embargo, años más tarde, la reencontramos olvidada en un cuarto: sin su pelo, con la vitrina rota y el abandono pesando sobre ella.
Fue entonces cuando volvió al calor familiar, acogida por mis padrinos católicos, y comenzó nuevamente a recorrer las casas vecinas durante la novena previa al 7 de septiembre. Es probable que esa fe que heredamos sea también lo que sostiene nuestras memorias.
Por eso, cuando encontré esta foto antigua, repleta de niños y rostros emocionados junto a la imagen de Cachita, supe que no era solo un recuerdo, era la prueba viva de que somos, sin dudas, un pueblo de fe inmensa.

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