23 de abril de 2024

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Manuel Sanguily, el periodista brillante y patriota

Hace 175 años nació en la calle Obrapía, perteneciente al Centro Histórico de la capital, el patriota Manuel Sanguily y Garrite, combatiente por la independencia nacional desde la primera guerra libertaria, iniciada el 10 de octubre de 1868
Hace 175 años, el 26 de marzo de 1848, nació en la calle Obrapía, perteneciente al Centro Histórico de la capital, el patriota Manuel Sanguily y Garrite, combatiente por la independencia nacional desde la primera guerra libertaria, iniciada el 10 de octubre de 1868 y en la cual alcanzó el grado de coronel, sin dejar de ejercer el periodismo, profesión en la cual brilló siempre.

Murió a la edad de 76 años, el 23 de enero de 1925, este cubano descendiente de franceses, distinguido por su integridad moral y fidelidad a la Patria, de las que dio prueba en diversos acontecimientos en los que participó en su azarosa vida de revolucionario.

Esto lo hizo trascender como participante o testigo de varias campañas por la independencia nacional e incluso formar parte de la Asamblea Constituyente creada después de la intervención y ocupación estadounidense en la Isla, que en 1898 diera al traste con la libertad a punto de conseguirse.

Desde sus primicias en los campos de batalla de la Guerra de los Diez Años, la primera, sintió el orgullo de pertenecer a la famosa caballería camagüeyana encabezada por el Mayor Ignacio Agramonte y Loynaz, quien tantas glorias diera a la historia en su momento.

Por su excelente formación académica ejerció el Periodismo desde la juventud, profesión que le permitió sobresalir entre los cronistas y críticos más descollantes de su tiempo. Suscribió un prolífico y notable hacer, que también le abrió camino como político, debido a su sagacidad, manejo del idioma y la retórica, y sus dotes de polemista agudo. Cultivó la oratoria e incursionó en el mundo de la enseñanza, como profesor.

Fue especialmente connotado en la oratoria, la crítica histórica y literaria. Muchos estudiosos lo colocaron entre los clásicos del periodismo nacional, algo por lo cual se debiera recordar más.

Un vistazo a su faceta de maestro confirma que impartió Gramática y Literatura en el colegio El Salvador, fundado por el eminente pedagogo José de la Luz y Caballero, donde había sido un alumno aventajado.

Cuando se incorpora a la primera Guerra de Independencia, lo hace en compañía de su hermano Julio, quien llegó a alcanzar el rango de Mayor General. De esa época hay una declaración interesante, firmada por él en el periódico patriótico La Estrella Solitaria en abril de 1876, en el cual colaboraba bajo el nombre de Otto: “(…) combatimos por la vida, no por la muerte”.

Después de luchar comandado por el inolvidable Agramonte, caído en combate en 1873, peleó al mando de Máximo Gómez y Antonio Maceo, quien lo apreció de manera especial como soldado e intelectual.

Contó con una inmaculada hoja de servicios combativos militares, que lo ubican en medio centenar de acciones mambisas, entre estas las significativas ocurridas en los enclaves La Sacra, Palo Seco y la batalla de Las Guásimas.

En 1874 fungió como representante a la Cámara por el Departamento de Occidente, puesto que ocupó hasta principios de 1875, tras renunciar para integrar las tropas de Gómez que habían avanzado hasta los predios de Las Villas.

A partir del 16 de enero de 1877, junto a su hermano Julio, de quien era entonces ayudante, comienza a cumplir una misión fuera del país: incrementar el apoyo a la causa en armamentos y otros insumos necesarios, con la organización de expediciones armadas.

Tratando de cumplir esos objetivos en Nueva York le llegan las noticias del Pacto del Zanjón y el posterior fin de la guerra, pese a la oposición valiente del General Antonio Maceo, ocurrida el 15 de marzo en el histórico Mangos de Baraguá, cerca de Santiago de Cuba.

De retorno a la Isla mucho tiempo después para participar en la Guerra Necesaria iniciada tras ingente organización de José Martí, el 24 de febrero de 1895 se dirigió a Tampa y otra vez a Nueva York para seguir coordinando el apoyo de la emigración cubana a la revolución continuada por evocación de José Martí.

Retornó a su nación en octubre de 1898, donde fue investido como delegado del Segundo Cuerpo de Ejército a la Asamblea de Representantes de Santa Cruz del Sur, cónclave en el que fue miembro de la Comisión encabezada por el Mayor General Calixto García. Luego viajó a Estados Unidos a fines de ese año para gestionar el licenciamiento del Ejército insurrecto.

Los mambises, miserablemente tratados por el ejército intervencionista, y el pueblo hervían de indignación por el ultraje de la usurpación del triunfo a punto de lograr en los finales de la contienda. Cuba era un país casi en ruinas, y sus hijos padecían enfermedades, insalubridad, desempleo y hambre, en medio de un tenebroso escenario donde reinaba la pobreza.

Desde 1901 muestra públicamente su verticalismo político cuando se opone, como delegado a la Asamblea Constituyente, a la Enmienda Platt, impuesta más adelante por Estados Unidos a Cuba.

Después adoptó una posición más flexible al respecto, pues llegó a convencerse de que el poderío del ocupante norteño no admitiría abandonar la usurpación sin antes imponer determinadas condiciones. Y los cubanos deseaban ardientemente que su Patria tuviera al fin una república y cesara la intervención del poderoso vecino.

Siempre actuó con valentía y regido por ejemplares principios, sin renunciar en su fuero interno al ideal de la independencia total, por la cual había luchado y trabajado. No se afilió con el anexionismo, ni el entreguismo.

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Desempeñó cargos administrativos de importancia en diferentes gabinetes de gobiernos de la República nacida luego de la independencia maniatada, dentro de la cual algunos buenos mambises como él combatieron sin poder alcanzar plenamente sus objetivos.

Murió de causas naturales en su ciudad natal, después de haber cumplido unos ocho años apartado de la vida política.

  • Marta Gómez Ferrals/ACN/Foto: Archivo 

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