4 de mayo de 2024

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Compay Segundo: Impronta de una leyenda

Si de algo presume la música cubana es de las leyendas que la hacen brillar. Entre esas figuras destaca la impronta de quien, pese a llamarse Máximo Francisco Repilado Muñoz, la historia recuerda como Compay Segundo, uno de los más representativos ejemplos de la trova, el son y el bolero en nuestro país.

Compay Segundo: Impronta de una leyenda

Si de algo presume la música cubana es de las leyendas que la hacen brillar. Entre esas figuras destaca la impronta de quien, pese a llamarse Máximo Francisco Repilado Muñoz, la historia recuerda como Compay Segundo, uno de los más representativos ejemplos de la trova, el son y el bolero en nuestro país.

Este magistral clarinetista, cantante, compositor y guitarrista nació en Siboney, Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1907 en el seno de una familia de humildes campesinos y aunque en sus inicios se ganaba la vida como barbero y hasta torcedor de tabacos, encontró en la música el mayor placer de su existencia.

Máximo Francisco conoció las particularidades del pentagrama en las clases de solfeo y desarrolló un amor creciente por el clarinete, la guitarra y el tres cubano, al punto de inventar su propio instrumento, el armónico, una guitarra de siete cuerdas, con la singularidad de que una de estas repetía la nota sol.

Además de integrar el sexteto Los Seis Ases desde edad temprana, a los 15 años ingresó en la Banda Municipal de Santiago de Cuba, y ya para 1922, comenzó a relacionarse con intérpretes como Sindo Garay y Ñico Saquito, nació Yo vengo aquí, su primera composición, dedicada a uno de sus amores de juventud.

Integró el cuarteto Cubanacán, fue clarinetista en la Banda de Bomberos de Regla y formó parte del cuarteto Hatuey en 1938 junto a los intérpretes Lorenzo Hierrezuelo, Marcelino Guerra Rapindey y Evelio Machín, con quienes despuntó una fecunda estancia en México y, a su regreso, descolló su talento junto al conjunto liderado por Miguel Matamoros, a la vez que acompañó al mítico Bárbaro del Ritmo, Benny Moré en los escenarios.

En 1949 junto a su compañero del cuarteto Hatuey, Lorenzo Hierrezuelo, también guitarrista y antiguo vecino de Repilado en su ciudad natal, fundó el dúo Los Compadres, para rescatar los sones de su tierra oriental, la llamada música de monte adentro. Como entre voces, Hierrezuelo fungía como la primera y Repilado la segunda, a la vez que tocaba el armónico, Máximo Francisco Repilado Muñoz quedó inmortalizado como Compay Segundo.

Toda una travesía dorada atravesó la música cubana gracias a temas como Mi son oriental, Macusa, Los barrios de Santiago, Yo canto en el llano, Huellas del pasado, Hey caramba, Vicenta o Sarandonga, que catapultaron a Los Compadres al éxito, al menos hasta 1955, cuando una agria ruptura entre ambos intérpretes separó sus caminos y Repilado renació en la década del 80 con Compay Segundo y sus Muchachos, ganando popularidad gracias a sus presentaciones en La Habana, Guadalupe, Trinidad y Tobago, así como en Estados Unidos, España, Inglaterra, Suiza, Italia, Francia y demás países europeos e islas caribeñas.

Justamente en Europa, gracias a temas como Chan Chan (el más famoso de su repertorio) o Saludos Compay, el mundo lo reconoció por la gravedad y redondez de su voz y la caribeña raíz de sus sones, guarachas, boleros y canciones, cuya irresistible contagiosidad hizo bailar a cada uno de sus espectadores y se consolidó como símbolo y carta de identificación para la música cubana.

En sus últimos años Compay Segundo se codeó con la gloria musical y discos como Lo mejor de la vida, Calle Salud, Las flores de la vida o Duets consagraron su maestría y destreza en el universo sonoro. Precisamente en Duets, compartió junto a Cesaria Evora y Antonio Banderas, así como con artistas como Pablo Milanés, Raimundo Amador, Santiago Auserón, entre otros.

Compay sufría de insuficiencia renal y desajuste agudo del metabolismo y su estado de salud empeoró repentinamente, hasta fallecer por un ataque cardíaco el 14 de julio de 2003 en el barrio de Miramar, ocho kilómetros al oeste de La Habana Vieja.

Agonizó ese día quien ostentaba el prestigioso Águila de Cristal, reconocimiento a él entregado por el Gobierno de Francia, el Sello de Laureado, máxima condecoración del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura por la obra de la vida, así como la Orden Félix Varela, la Medalla de la Lucha contra Bandidos, el Grammy por el disco Buena Vista Social Club, un amplísimo repertorio de más de un centenar de canciones, el orgullo de convertir a la música tradicional cubana en un masivo fenómeno cultural y la excelsitud de hallarse en la élite de las más ilustres e imperecederas glorias musicales tanto dentro como fuera de la mayor de las Antillas.

 

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