Vivir con una enfermedad silenciosa

Amarilis siempre fue una mujer activa y llena de energía, disfrutaba cada momento de su vida con una intensidad contagiosa.
De un día para otro todo se transformó, nunca imaginó que su lucha acababa de comenzar, los pequeños cambios en su cuerpo parecían insignificantes; una ligera pérdida de peso, insomnio ocasional, taquicardias y una inexplicable sensación de nerviosismo.
Pero a medida que las semanas pasaban, esa energía que antes la definía se transformó en una ansiedad constante que la acompañaba incluso en los momentos más tranquilos.
Después de varias visitas al médico y exámenes de sangre, al fin recibió el diagnóstico: hipertiroidismo. La noticia le cayó como un cubo de agua fría. La glándula tiroides, esa pequeña mariposa en su cuello, estaba fallando en su función de regular el metabolismo.
La confusión envolvió a Amarilis cuando comenzó a notar cómo su cuerpo respondía de manera inesperada. Las palpitaciones se convirtieron en un recordatorio constante de que algo no estaba bien y las noches en vela se sumaron a su lista de preocupaciones.
Amarilis sentía que su propia piel le resultaba extraña, la lucha interna entre aceptar lo que le ocurría y aferrarse a la normalidad que había conocido se volvió como una más de sus obsesiones.
Mientras los síntomas se agudizaban, Amarilis comenzó a aislarse. La incomprensión de quienes la rodeaban solo agravaba su malestar. Sus amigos y familiares, acostumbrados a su carácter alegre, no entendían por qué ya no era la de antes.
Las palabras de aliento de los más cercanos se sentían vacías ante la realidad que vivía; resonaban en su mente como un eco distante. En su interior, Amarilis anhelaba ser comprendida, pero la soledad se convirtió en su refugio.
Fue en medio de esta tormenta tiroidea que Amarilis comprendió que el camino hacia la cura sería largo, pero también se dio cuenta de que cada paso hacia adelante era un acto de valentía y resiliencia.
Amarilis sabe que no es un camino fácil; hay días en que la fatiga la vence y la tristeza amenaza con apoderarse de ella. A través de este viaje, no solo aprendió a vivir con su enfermedad, sino también a renacer a pesar de ella.