Cosas bonitas de las que hablar en la “Gentil Yucayo”
Les juro que no había ninguna escultural jovencita en la parada. Dos mujeres mayores y quien les narra (nada joven tampoco) esperábamos en lo que alguna vez fue una parada de ómnibus de la calle Contreras para ver cómo lográbamos subir la loma.
Cuando se detuvo un auto particular de color verde nos miramos para ver a quién conocía el conductor y si el que tuviera esa suerte utilizaría sus relaciones para también trasladarnos a los dos restantes, o si, mirándonos por encima del hombro, nos haría ver la importancia de su persona, que se trataba de tú a tú con “uno con carro”. Y gasolina, que ya es bastante decir.
Pero no, ninguno tenía esa suerte, así que enseguida pensamos “¿cuánto nos cobrará? ¿Cincuenta o cien? Si son cien yo no me monto, que es la mitad de mi salario de un día”.
Ante la demora, el conductor, que sí era bien joven, nos insistió en que montáramos, que el viaje era gratis. Abordamos el vehículo sin salir de la sorpresa y me hice dueño de la pregunta que los tres pasajeros queríamos hacer. ¿Por qué?
“Por ayudar”, respondieron a coro, así que pienso que ya se la habían hecho en muchas otras ocasiones.
Con ese mal hábito que tenemos los periodistas seguí indagando: ¿A qué se dedican? ¿Por qué se parecen tanto? ¿Son clones guiados por inteligencia artificial, según parece indicar su poco habitual actitud?
Pero no, son hermanos gemelos, se llaman César y Yohán y estudian en quinto año de la Universidad de Ciencias Médicas de Matanzas. Hasta ahí llegó mi información, a la que le sumé una apresurada foto que no quedó muy bien, pero si vio a uno, ya sabe cómo es el otro.
Después seguí indagando y tuve una sorpresa. ¿Recuerda usted al doctor Javier Vidal, cardiólogo del Hospital provincial de Matanzas, que hace poco tiempo tuvo un serio problema de salud que preocupó a muchos?
No lo conozco personalmente, pero a través de las redes pude ver la solidaridad de muchísimos yumurinos y de residentes en otras partes, que con sus deseos, búsqueda de medicamentos y seguimiento diario del estado del médico intentaban ayudar de la manera que fuese.
Pues ése reconocido galeno, que recibió tanto respaldo popular en momentos difíciles, es el padre de los jóvenes. Y quizás en la acción de éstos haya un poco de agradecimiento y de pensar que acaso algunos de los que a diario recogen en nuestra ciudad, tan necesitada de transporte, son de aquellos que tanto se preocuparon por su progenitor.
Pero pienso que la razón de más peso para su accionar es la educación que desde pequeños recibieron y que no todos saben o al menos pretenden trasmitir.
¿Ven como si quedan cosas bonitas de las que hablar en la “Gentil Yucayo”?
Inspírense en ellos otros que se mueven incluso en vehículos estatales y que casi nunca “van para allá”. O que se desvían a la calle de Río para evadir a los inspectores y no tener que hacer por obligación lo que debía ser un simple y muy poco costoso acto de solidaridad.