8 de diciembre de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Crónica desde Jovellanos: A 129 años de la caída del Titán de Bronce

Antonio Maceo no murió aquel 7 de diciembre de 1896. Vive en cada rincón de esta tierra que lo vio cabalgar, en cada gesto de dignidad, en cada acto de justicia. Desde Jovellanos, su memoria sigue siendo estandarte.

Por las tierras de Jovellanos aún resuenan los ecos de machetes libertarios, de caballos al galope y de voces que no se apagan. Este 7 de diciembre, desde este rincón matancero, recordamos con reverencia la caída en combate de Antonio Maceo, el Titán de Bronce, cuyo espíritu indomable cruzó estas tierras en su marcha hacia la libertad.

Corría el año 1895 cuando la columna invasora, liderada por Maceo y el Generalísimo Máximo Gómez, atravesó la geografía cubana con una audacia que desafiaba al imperio español. En su paso hacia el occidente, Jovellanos fue testigo del temple de aquellos hombres que no conocían el descanso. Aquí, entre cañaverales y caminos polvorientos, se tejió parte de la epopeya.

Fue en las cercanías de Coliseo donde Maceo libró uno de los combates más significativos de la invasión: el combate de Coliseo, considerado por muchos como el lazo que consolidó la campaña occidental. La estrategia, la valentía y la determinación del Titán se impusieron, dejando una huella imborrable en la memoria de los pueblos que lo vieron pasar.

En la localidad de Diana, muy próxima a Jovellanos, la columna acampó y combatió, dejando tras de sí no solo el recuerdo de su paso, sino también la semilla de la libertad. Allí, una tarja conmemorativa celebra el centenario de aquel momento histórico, y una ceiba —la número 75 de las cien sembradas en honor a la invasión— se yergue como símbolo vivo de resistencia y esperanza.

Hoy, al cumplirse un nuevo aniversario de su caída en Punta Brava, el pueblo de Jovellanos no olvida. Las escuelas rememoran su legado, los veteranos lo evocan con orgullo, y los jóvenes, bajo la sombra de la ceiba, aprenden que la historia no es solo pasado, sino llama que guía el porvenir.

Antonio Maceo no murió aquel 7 de diciembre de 1896. Vive en cada rincón de esta tierra que lo vio cabalgar, en cada gesto de dignidad, en cada acto de justicia. Desde Jovellanos, su memoria sigue siendo estandarte.

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