19 de mayo de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

José Martí: Eternidad de cara al Sol

En un contexto global donde la intolerancia, el hegemonismo y la desmemoria erosionan los cimientos del pensamiento crítico, regresar a Martí no es un ejercicio ceremonial, sino un imperativo ético.

Un día como hoy, pero de 1895, cayó en combate uno de los más altos exponentes del pensamiento emancipador latinoamericano: José Julián Martí Pérez. Su muerte, lejos de silenciar su voz, la elevó a la categoría de símbolo imperecedero para generaciones que, en Cuba y en el resto del continente, aún buscan en sus ideas una brújula ética, política y cultural. Casi dos siglos después de su nacimiento, acaecido el 28 de enero de 1853 en la habanera calle Paula, su ideario continúa siendo piedra angular en los debates sobre la soberanía, la justicia social y la identidad regional.

Martí no solo fue un artífice de la independencia de Cuba; fue, sobre todo, un constructor de pensamiento y un visionario que supo entrelazar las luchas del presente con los anhelos del porvenir. Desde muy joven fue testigo de los horrores de la esclavitud, la represión colonial y el atropello a los derechos más elementales. Por ello, alzó su voz sin temores ni concesiones, lo que le costó prisión a los 16 años y un exilio temprano que habría de convertirlo en peregrino infatigable de la libertad, recorriendo diversos países de América Latina, donde estrechó lazos con otros movimientos independentistas.

El destierro no fue obstáculo, sino combustible para la causa. Martí comprendió que la libertad de Cuba no podía pensarse en aislamiento, sino como parte de un proyecto regional mayor. Así lo expresó en múltiples discursos y escritos, donde abogó por una América unida en la diversidad, libre del yugo imperial y capaz de valerse por sus propios medios, en armonía con sus raíces autóctonas. En ese afán integrador fundó el Partido Revolucionario Cubano, el cual articuló bajo su conducción los esfuerzos preparatorios para la Guerra Necesaria, que estallaría el 24 de febrero de 1895.

A la par de su labor organizativa, el Maestro desplegó una intensa faena periodística, convencido de que la palabra también combate. El periódico Patria, nacido bajo su impulso, fue el canal desde el cual martilló conciencias, denunció injusticias y preparó a los cubanos en el arte de pensar con, por y para la independencia. Su oratoria encendida, su pluma disciplinada y su capacidad para comunicar ideas complejas con claridad pedagógica le otorgaron un lugar de privilegio entre los intelectuales de su tiempo y lo convirtieron en portavoz legítimo de los anhelos del pueblo.

Lo extraordinario del ideario martiano radica en su proyección atemporal. Su defensa de la justicia social, el respeto a la dignidad humana, la inclusión de los sectores sociales y el rechazo rotundo al imperialismo son postulados que conservan plena vigencia en un mundo marcado por la desigualdad, la exclusión y el autoritarismo. Su célebre expresión “Con todos y para el bien de todos” no es simple consigna: es una hoja de ruta ética que interpela a nuestras sociedades y gobiernos sobre el modo en que se construye y se sostiene una república verdadera.

En medio de la fragmentación ideológica y los desafíos que plantea un orden mundial profundamente desigual, las ideas martianas refulgen como antídoto contra la desesperanza. Su pensamiento, forjado entre la experiencia directa de la opresión colonial y la lucidez crítica del intelectual comprometido, trasciende la anécdota biográfica para convertirse en un sistema ético y político de incuestionable vigencia. Martí no solo imaginó una Cuba libre; concibió una América Nuestra cohesionada por la justicia social, el respeto mutuo y la integración de los pueblos desde su soberanía cultural.

El antiimperialismo martiano, lejos de ser un simple gesto de rebeldía, respondió a una comprensión profunda de los peligros que entrañaban las nuevas formas de dominación económica y política en la región. Su denuncia temprana contra la expansión estadounidense y su defensa de una “segunda independencia” para los países latinoamericanos anticiparon conflictos que aún nos atraviesan. En Nuestra América, su obra señera, advirtió sobre los males de imitar modelos ajenos y propuso, en su lugar, un proyecto civilizatorio auténticamente nuestro, enraizado en nuestras realidades y sueños colectivos.

Su legado, sin embargo, no pertenece al pasado. En un contexto global donde la intolerancia, el hegemonismo y la desmemoria erosionan los cimientos del pensamiento crítico, regresar a Martí no es un ejercicio ceremonial, sino un imperativo ético. Él supo ver que sin cultura no hay libertad posible, y que sin justicia no puede haber paz duradera. Su defensa inclaudicable de los humildes, de los pueblos originarios y de los derechos humanos más universales lo sitúa entre los más altos representantes del pensamiento progresista latinoamericano.

Recordar hoy a Pepe, en el aniversario de su deceso en Dos Ríos, no debe reducirse a un mero ejercicio conmemorativo. Es, sobre todo, una invitación a asumir el compromiso de estudiar, debatir y ponderar su impronta, no desde la nostalgia, sino desde la urgencia del presente. La perennidad de sus ideales no se decreta: se cultiva, se defiende y se vive, en cada gesto ciudadano, en cada aula, en cada trinchera del pensamiento crítico y en cada acción que busque, de manera auténtica, un futuro más digno, justo y humano para todos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *