Dos ópticas de la bancarización
La bancarización presenta dos lecturas o reflexiones en la sociedad cubana, de acuerdo con la parte que la mira. De un lado se encuentran los entendidos en el tema, directivos y otros vinculados a la tarea; de la otra, el pueblo, que es quien tropieza a diario con los inconvenientes que ella genera.
Los primeros hablan de los avances a un año de su implementación, pero hay millones de cubanos que tienen otra opinión, según la experiencia diaria. La generalidad de los que estamos en el segundo grupo pensamos que para anunciar públicamente avances, no me refiero a los metodológicos, deben cumplirse varios requisitos.
El pueblo puede hablar de conquistas cuando convierta en efectivo su salario en el momento que lo requiera, asimismo cuando pueda pagar en los establecimientos por el QR u otras formas digitales, mientras que esto no suceda ninguna persona, de las necesitadas, podrá dar visto bueno a la bancarización.
No es mentira que la digitalización en la economía es un adelanto y una tranquilidad para el ciudadano, como es lógico si sus principios se cumplen. Quién niega que pagar luz, agua, gas y otros servicios desde el sosiego de su casa no es ahorrar tiempo.
A la inversa, ese tiempo ahorrado en unos pocos servicios se transforma en sufrimiento y alteración cuando no puede pagar una mercancía por la forma digital y, sobre todo, cuando no puede hacer efectivo el fruto de su salario.
Jamás diré que la bancarización no es buena, pero dejemos la apología sobre ella hasta que los resultados comulguen con los estados de opinión. Mientras las condiciones no estén creadas, vamos a olvidar los spot e informaciones que la enaltecen, porque estamos hablando un idioma que suena diferente en los oídos.
