El último bregar del Che (+audio)

Cada 9 de octubre, la quebrada del Yuro se convierte en símbolo y herida. Fue allí, en Bolivia, donde Ernesto Guevara de la Serna —el Che— cayó asesinado en 1967, tras librar su último combate. Su cuerpo, oculto por años, fue finalmente devuelto a la tierra que lo hizo comandante, y hoy descansa en el Memorial de Santa Clara, donde la historia lo abraza como hijo, como mito, como llama.
La muerte del Che no apagó su legado. Al contrario, lo multiplicó. Médico argentino-cubano, guerrillero, estadista, escritor, estratega, economista y periodista, su figura se alzó como paradigma internacional de lucha contra la injusticia y la opresión.
Su defensa de los derechos humanos, su espíritu soñador y su vocación aventurera lo llevaron a desandar los caminos de la Patria Grande, sembrando ideas y combates. Antes de Bolivia, el Che había encabezado la columna No. 8 “Ciro Redondo”, extendiendo la guerra revolucionaria hasta el centro de Cuba y facilitando la caída del régimen batistiano.
Tras el triunfo, asumió responsabilidades clave en el Estado: jefe militar de La Cabaña, presidente del Banco Nacional, ministro de Industrias, y representante de Cuba en foros internacionales como la ONU y el Consejo Interamericano Económico Social. También dirigió la Región Occidental durante la invasión mercenaria por Playa Girón y estableció el mando en Pinar del Río durante la Crisis de Octubre.
Su internacionalismo lo llevó al Congo, donde combatió la intervención extranjera, y más tarde a Bolivia, donde su gesta encontró el silencio de la selva y la traición de los poderosos. Pero el Che no murió aquel día: se multiplicó en murales, libros, canciones, trincheras y sueños.
Su rostro, convertido en emblema, sigue convocando a generaciones que buscan justicia y dignidad. Su palabra, aún hoy, interpela al mundo con la fuerza de quien no se rindió jamás.
En este aniversario de su caída, no lo lloramos: lo recordamos combatiendo. Porque el Che no es solo historia: es presente que arde, es futuro que insiste. Y cada 9 de octubre, su luz vuelve a encenderse en cada acto de rebeldía, en cada gesto de ternura, en cada trinchera que se levanta contra el olvido.