Guerra Chiquita, un intento de continuar la lucha
A finales de agosto de 1879, un año y seis meses después del Pacto del Zanjón, un grupo de jefes mambises como Guillermo Moncada, José y Rafael Maceo, hermanos del general Antonio, exiliado en Jamaica, y Quintín Bandera, se encontró en una plaza de Santiago de Cuba con otros patriotas dispuestos a volver a la manigua. Allí acordaron iniciar una nueva insurrección armada conocida posteriormente en nuestra historiografía como la Guerra Chiquita, por el tiempo de extensión relativamente breve que tuvo, si lo comparamos con la Contienda de los Diez Años.
El Zanjón significó la claudicación de las huestes cubanas y condicionó una paz sin independencia, pero apenas a un mes y cinco días de lo acordado en el bochornoso convenio, aconteció la histórica Protesta de Baraguá, en marzo de 1878, donde el Lugarteniente General Antonio Maceo ratificó que el espíritu de lucha se mantenía vivo.
Con la Guerra Chiquita se materializa la promesa del Titán de bronce y aunque esta no alcanzó carácter nacional, al limitarse solo a varias acciones en las legendarias regiones de Oriente y Las Villas, además de los errores que dieron al traste con el ideal libertario, demostró la valía de los cubanos y su disposición a ser libres a costa de los mayores sacrificios.
A pesar de los empeños organizativos que hiciera desde el exilio el Mayor General Calixto García al frente del Comité Revolucionario Cubano, radicado en Nueva York, la nueva insurrección armada no duró ni siquiera un año.
Sustituir a Maceo por el casi desconocido brigadier Gregorio Benítez resultó un error de lamentables consecuencias, agravado luego por la llegada tardía del propio Calixto García a Cuba, en momentos en que una buena parte de los mambises había depuesto las armas. Al fracaso también contribuyó la oposición contrarrevolucionaria mostrada por el Partido Autonomista, cuyos líderes hicieron todo lo posible por hacer declinar la lucha.
Sin embargo, amerita recordar siempre que se evoque este acontecimiento de nuestras gestas independentistas al joven José Martí. La Guerra Chiquita sirvió para dar a conocer en la vida política a nuestro Héroe Nacional, quien deportado a España por sus labores conspirativas en la Habana,junto al también destacado patriota Juan Gualberto Gómez, terminaría siendo el segundo del general Calixto García en el Comité Revolucionario Cubano.
El apóstol con apenas 27 años desempeñó con gran entrega su responsabilidad en el CRC e hizo desde su cargo todo lo que pudo por la causa revolucionaria. El fracaso de esta breve contienda fue para él una experiencia fundamental pues le permitió comprobar los problemas de desunión y tendencias reformistas que estaban latentes desde la Guerra de 1868 y que fueron determinantes en la frustración de los intentos independentistas.
Fue esta la escuela que luego le permitiría unir a los “pinos nuevos” con los viejos, para juntos llevar adelante la gesta del 95 o Guerra Necesaria (1895-1898).