Economía de la cultura: el difícil reto de producir libros impresos (+audio)
“Un libro abierto es un cerebro que habla, cerrado, un amigo que espera, olvidado, un alma que perdona, destruido, un corazón que llora”
Proverbio hindú
Al abordar temáticas relacionadas con la cultura no siempre asociamos esos asuntos con el campo de las ciencias económicas; sin embargo, la práctica de examinar la producción de la cultura a través del prisma de la economía reviste una importancia fundamental.
La producción de bienes culturales es un proceso complejo que enfrenta el acto de creación y sus requerimientos de libre expresión y experimentación, con su transformación en mercancía.
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Sin embargo, el libro, como producto cultural, es un elemento necesario para la educación y el desarrollo del ser humano, portador de identidad, valores y significados, por lo que no se trata solo de una mercancía o bien de consumo.
Su importancia se realza desde su capacidad de preservar, transmitir y divulgar conocimientos, ideas, información. “El escritor argentino Jorge Luis Borges reflexionó en varias ocasiones sobre lo que es el libro y su importancia.
“Siguiendo su línea discursiva no hace falta profundizar más. Para Borges el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los seres humanos.
“Agrega que es el instrumento más asombroso de los que ha creado el hombre porque todos los demás son extensiones de su cuerpo, pero el libro lo es de su memoria e imaginación. Sin los libros no seríamos lo mismo; posee un valor cultural pero también lúdico”, considera Norge Céspedes, periodista, escritor y editor.
Diversos procesos intervienen en la confección, difusión, comercialización y consumo de libros en Cuba. Con el derrumbe del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, Cuba enfrentó la peor crisis económica de su historia. La escasez de recursos para la creación artística se tradujo en una menor producción, en soportes de peor calidad.
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La industria del libro canalizó los efectos de la crisis mediante la disminución abrupta de los títulos publicados y sus tiradas, que privilegiaron a autores cubanos, y el aumento en los precios de los libros. Entre 1990 y 1993 se produjo un descenso vertiginoso en la producción editorial del país.
Ese año solo se produjeron 568 títulos, con impresiones que apenas rebasaron los dos millones de ejemplares. En Matanzas también se dejaron sentir estos efectos.
Para aliviar los efectos negativos de la disminución de ejemplares por título se propuso el envío de una cantidad importante de libros hacia las bibliotecas de la red pública e instituciones priorizadas. Circunstancias tan adversas obligaron a una redefinición de la política editorial cubana.
La industria del libro comenzó a funcionar bajo el esquema del autofinanciamiento y se redujeron las tiradas. Al igual que el conjunto de la actividad cultural en Cuba, la industria editorial se mantuvo subvencionada por el Estado.
Entre otros elementos que impidieron un retroceso mayor en el consumo de literatura se destacan la existencia previa de millones de ejemplares, acumulados en casas y en bibliotecas. La aparición de nuevos temas, narrativas y discursos que afloraron, junto con el interés de editoriales extranjeras y autores nacionales de insertar la literatura cubana en los circuitos foráneos del mercado, permitió la publicación de algunos títulos fuera de Cuba.
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La recuperación de la industria del libro comenzó en 1994. Poco a poco aumentó el número de títulos y de ejemplares y se diversificaron los catálogos con la publicación creciente de autores extranjeros.
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No obstante, la realidad económica de Cuba actualmente constituye un reto también desde la arista de la publicación de libros. “Hoy imprimir una portada a color de un libro convencional, pequeño cuesta alrededor de 47 mil pesos.
“Es impresionante. Estamos en un momento en que ha aumentado el derecho de autor literario, lo que provoca automáticamente el aumento del costo del libro. Siguiendo esa lógica podríamos encontrar un libro que puede costar si nos llevamos por el costo de producción, 160 pesos.
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“Felizmente, el Ministerio de Cultura y el Instituto del Libro mantienen la política de subvención de la literatura; por ejemplo, un texto para niños no debe exceder los 25 pesos y libros cuyo costo es de 150 o 160 pesos se venden por un valor casi nunca mayor de los 70 pesos”, abunda Alfredo Zaldívar Muñoa, poeta, Premio Nacional de Edición, director de Ediciones Matanzas.
Consulte además: http://www.tribuna.cu/cultura/2021-03-25/exponen-retos-y-esfuerzos-del-sistema-del-libro-en-cuba
Ante esta situación, varias son las alternativas que se ponen en práctica para impedir que el consumo literario disminuya o se desvirtúe.
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http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0252-85842014000100014
Una correcta estrategia de promoción, comunicación y comercialización, propiciar espacios de intercambio entre lectores y escritores y el personal asociado a la existencia del libro y ampliar aún las oportunidades de socialización y producción al contexto digital son algunas de esas iniciativas.