18 de abril de 2024

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El arte coreográfico de Nora «Chiquitica» Hernández

La coreógrafa Nora Hernández González está de cumpleaños y recibe el homenaje de la UNEAC, de la cual es miembro desde sus años fundacionales en la década de los 60 del pasado siglo.

El arte coreográfico de Nora "Chiquitica" Hernández
La coreógrafa Nora Hernández González está de cumpleaños y recibe el homenaje de la UNEAC, de la cual es miembro desde sus años fundacionales en la década de los 60 del pasado siglo.

Chiquitica, como la conocemos de siempre, ostenta el mérito de exponer a la luz la danza escondida en solares y patios, en bohíos y campos, en hogares y escuelas, donde se cobija el talento natural matancero.

Con su carácter alegre y un gran sentido de responsabilidad, le abrió el paso en centros culturales comunitarios y también en grandes salones a los cultivadores de la rumba y a los portadores de las más puras tradiciones africanas; a los amantes del zapateo, la caringa y el son; además de tendencias modernas incorporadas a las agrupaciones surgidas en poblados y ciudades, como respuesta a la política cultural de la Revolución.

Su testimonio demuestra una vida consagrada al acto de fomentar el arte en el pueblo. Lo primero que declara es su agradecimiento:

“A un intelectual que me motivó a ser instructora de Danza, a Pedro Esquerré Pujol. Me introdujo en esta profesión en el tablado del Sauto”.

Ella fue la primera coreógrafa de las zarzuelas puestas en escena por el antiguo Grupo Lírico de Matanzas y a la vez logró, con su magisterio artístico, una labor multifacética en la combinación de sus saberes.

“A petición de Rogelio Martínez Furé, Argelier León, Miguel Barnet y María Teresa Linares se me asignó la tarea de llevar hacia las casas de Cultura de los municipios a los 18 grupos portadores de la provincia, que tocaban y bailaban en las casas templo, con una riqueza cultural incalculable.

“Fui también fundadora de la brigada XX Aniversario de Instructores de Arte, que laboró fundamentalmente en el Plan de Escuelas en el Campo, de Jagüey Grande.

“Trabajé además con las agrupaciones profesionales Papalote, con el maestro René Fernández, Premio Nacional de Teatro; con Teatro D’ ´Sur, bajo la égida del recién desaparecido Pedro Vera en la recordada pieza Réquiem por Yarini; algunas obras con Icarón junto a Miriam Muñoz y también con Danza Espiral por solicitud de la maestra Liliam Padrón en la creación de Cromatismo y Danza”.

El arte coreográfico de Nora «Chiquitica» Hernández

Su acertada apreciación ha estado presente en las coreografías de cabarés y de los grupos aficionados que danzan con donaire en los festejos populares, desde hace más de 60 años hasta el presente, porque es de esos artistas que no descansan, que palpitan junto al pueblo.

Chiquitica, por estar entre los primeros expedientes de su carrera, participó como delegada en el VIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que se celebró en 1962 en Helsinki, capital de Finlandia.

Ha sido jurado de importantes eventos en el Cubadanzón Internacional y en el programa Para Bailar, de la Televisión Cubana con Cristy Domínguez y Sonia Calero.

Obtuvo Premio de Coreografía en festivales de Bulgaria y Polonia, Medalla de Oro y Hoja de Oro, con el trabajo que presentó junto a la agrupación folclórica Columbia del Puerto, de Cárdenas.

“Rcuerdo con mucho cariño, dice, la gira por la República de Angola junto al grupo Yaguarimú y el locutor Tany Allende, entre otros; fuimos a recrear a las tropas cubanas, inmersas en la lucha por la liberación de esa tierra africana.”

Le pregunto ¿cómo sus conocimientos estéticos han influido en la proyección escénica de las agrupaciones originarias?

“Mi aporte se basa en crear una estructura al espectáculo que ofrecen, para lograr una dramaturgia y un vestuario adecuados. Sin apenas rozar su oriundo baile, orienté al efectuar el Orun realizar una presentación, pasar a los Orishas de forma independiente y luego definir un final, porque con estos actos públicos se alcanza una connotación artística”.

Nora Hernández arribó a sus 78 años en su casa ubicada en la calle Pavía, casi al margen de la bella bahía de Matanzas y allí recibió la visita de la Presidencia de la UNEAC yumurina y de compañeras del Centro provincial de Cultura Comunitaria; hubo cantos y poemas en su honor; fueron los amigos y colegas que aprecian la grandeza de su arte y la huella indeleble que ha marcado en la historia cultural de Matanzas.

 

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