India, el comodín en el tablero del siglo
La rupia india se desliza, casi imperceptible para el oído del ciudadano común, pero ensordecedora para los mercados: cada centavo que pierde frente al dólar encarece la energía, tensiona la canasta y amenaza con encender una crisis cambiaria si el banco central no calibra con precisión su respuesta.
Subir tasas, quemar reservas, contener importaciones: tres movimientos de alto costo en una economía que busca crecer sin ahogarse. Y justo en ese compás, llega la política: la visita de Vladimir Putin y la reafirmación de una alianza histórica con Rusia le dan a Nueva Delhi músculo estratégico y energía a precio negociado, pero también la atan a un socio bajo sanciones y bajo la lupa de Occidente.
Al mismo tiempo, una delegación estadounidense aterriza con aranceles y acuerdos sobre la mesa, recordando que el mercado y la seguridad tecnológica siguen hablándose en inglés.
India escucha a ambos bloques, mide ventajas, y se sienta donde mejor pueda maximizar beneficios: compra petróleo a quien se lo venda, firma chips con quien se los fabrique, y preserva autonomía en defensa. Es una coreografía de equilibrio, ganar margen sin quedar atrapada, sumar socios sin perder soberanía, y usar cada punto de presión para negociar mejores condiciones.
El riesgo es claro, polarización global, presiones cruzadas, volatilidad financiera. La oportunidad también: convertir la fragilidad de su moneda en palanca para reformas internas y la rivalidad entre grandes potencias en descuentos, transferencia de tecnología y acceso preferencial a mercados.
Si lo logra, India no será solo un jugador más, será el comodín que, colocado en el momento justo, puede cambiar el signo de la partida. En el tablero que se viene, la clave no será elegir bando, sino saber cuánto vale, en cada ronda, el propio silencio, la propia rupia.
