8 de diciembre de 2025

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Los avatares del único puente colgante de Matanzas (+fotos)

Oculto entre la vegetación, el puente colgante sobre el Río San Agustín se asemeja a una especie de espejismo que solo se hace visible en ciertos momentos, a la vez que se puede tornar imperceptible a la vista de los mortales, sobre todo cuando desconocen su prominencia e importancia en el devenir histórico de la ciudad.
Oculto entre la vegetación, el puente colgante sobre el Río San Agustín se asemeja a una especie de espejismo que solo se hace visible en ciertos momentos, a la vez que se puede tornar imperceptible a la vista de los mortales, sobre todo cuando desconocen su prominencia e importancia en el devenir histórico de la ciudad.
Muy cerca de esa estructura se encuentra una poceta de gran fama conocida como El Conde, que es visitada por cientos de matanceros ajenos quizás de que con tan solo aguzar un tanto la mirada apreciarán una de las más importantes joyas arquitectónicas construida en Matanzas.
Si en el pasado, hace ya 153 años, cientos de habitantes de esta comarca acudieron a su inauguración a pesar de la relativa distancia entre el centro de la ciudad y el lugar, hoy la estructura languidece casi en el olvido, y en el total abandono.
Tratarse del único puente colgante de acero con tensores curvos construido en Cuba no lo ha salvado del cruel ostracismo ni de la herrumbre que lo aniquila de a poco.
Debería ser un sitio de visita obligada, tanto para los habitantes de la urbe como para los visitantes foráneos con el fin de mostrar con sano orgullo el ingenio de los hijos de esta tierra, con la capacidad y el empuje de crear una maravilla de tal relevancia en la historia arquitectónica nacional.
Nacimiento de un proyecto
A mediados del siglo XIX, a los habitantes de Matanzas les urgía contar con un acueducto para poder recibir mediante una conductora el agua necesaria para sus necesidades básicas.
Múltiples fueron los proyectos presentados al Ayuntamiento. Incluso nombres prominentes como el de Francisco del Albear aparecen entre los documentos que recogen los diversos estudios presentados para impulsar la obra civil.
Estos estudios, refieren las investigaciones consultadas, proponían como fuente de abasto al Río San Agustín, causa principal, según se explica, de la declinación de cada intento presentado ya que la corriente sufría en aquellos años bajo nivel en su cauce y contaminación de sus aguas.
Es entonces cuando aparece en escena el nombre de un mexicano. Se trataba del ingeniero civil Juan Francisco Sánchez Bárcena, radicado en Cuba e impulsor y ejecutor de una de las obras hidráulicas e ingenieras más revolucionarias de la época.
A partir de 1859 el mexicano se dió a la tarea de recorrer los principales manantiales de la región, algo que le diferenció de los anteriores proyectos.
Logró ubicar y analizar trece manantiales, decantándose por un sistema de pozos ubicados en la propiedad de Gregorio Bello.
Al paso de un año Bárcenas presentaría los resultados de sus análisis con un minucioso esquema a partir de estudios topográficos e ingenieros.
La construcción del Acueducto iniciaría el 15 de septiembre de 1871, transcurridos apenas 10 meses y concluida la gran obra hidráulica, los pobladores de la Gentil Yucayo presenciaron con alborozo como comenzaba a brotar agua en una gran fuente en medio de la Plaza de Armas.
En un principio el acueducto asumió el nombre de Burriel, en honor a Juan Burriel, gobernador de la ciudad, quien apoyó la construcción con vehemencia.
Puente colgante: único de su tipo en el país
Para Bárcenas la construcción de este puente representaba la obra más importante del proceso constructivo del Acueducto.
Su fabricación permitiría sostener el tubo de agua de 15 pulgadas sobre el Río San Agustín para de es forma conectar los manantiales de Bello con la ciudad.
La importante estructura fue fruto del diseño del ingeniero mexicano, y lejos de lo que algunos aseguran, no fue el Puente de Brooklyn su fuente de inspiración, sino el puente colgante ferroviario del Niágara.
«Esta estructura es la única de cables aéreos colgantes de su tiempo conservada en Cuba», asegura en una profunda investigación como parte de su trabajo de diploma el ingeniero civil Maikel Pérez Díaz.
Y sin dudas se trata de uno de los puentes más emblemáticos del país, y el más antiguo conservado en la provincia.
Aunque dejó de ser funcional en el año 1987 con la construcción de una nueva conductora, su apreciable belleza, importancia tecnológica e histórica podrían convertirlo en una atracción turística.
Los intentos de salvación del puente colgante
En el año 2012 el joven estudiante de la Universidad de Matanzas Camilo Cienfuegos, Maikel Pérez, apostó como tema de tesis para su graduación como Ingeniero Civil, el rescate del puente colgante.
Bajo el título «Propuesta de rehabilitación del puente colgante sobre el Río San Agustín», profundizó en la historia de esta obra, y analizó desde su campo de estudio sobre el estado técnico de la estructura.
En aquella investigación afloraron los graves daños sufridos por la falta de mantenimiento y el marcado abandono. Aún así, el diplomante seguramente manejaba la tesis, y la esperanza también, de que una vez propuestos sus resultados y recomendaciones cambiaría al suerte del puente colgante.
Pero no fue así, más bien todo lo contrario, porque 13 años después de su empeño investigativo la realidad se ha agravado.
La maleza se adueña de las emblemáticas torres que apenas se distinguen, y la corrosión avanza sin detenerse por cada palmo y elemento de la armazón.
Más, a pesar del olvido y el abandono, emerge impresionante cuando se muestra imponente sobre las aguas del San Agustín.
Entonces deja de ser esa especie de espejismo o la simple y esporádica mención en algún artículo, para asumir la verdadera dimensión de su existencia: uno de los puentes centenarios más importantes de la Ciudad de Matanzas, y el único con su tipología constructiva que existe y aún persiste en el país.
Fotos: Del autor

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