Cuba y Estados Unidos: diez años de un sueño truncado
El 17 de diciembre de 2014 la historia de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos dio un giro inesperado. Tras años de tensión y hostilidad, un anuncio conjunto desde La Habana y Washington D.C. sorprendió al mundo: el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, acompañado del regreso a Cuba de tres de los Cinco Héroes de la República: Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero y del agente norteño Alan Gross a la tierra del tío Sam.
Cuba, entonces bajo el liderazgo de Raúl Castro Ruz, había evidenciado su respaldo al diálogo y la búsqueda de un nuevo punto de encuentro con su antiguo adversario y Estados Unidos, por su parte, con Barack Obama a la cabeza, reconocía la necesidad de superar las políticas del pasado y de reforzar el entendimiento con su vecino caribeño.
El impacto de este acontecimiento fue inmediato y profundo. Para Cuba, significó un paso crucial hacia la normalización de sus relaciones internacionales, el fin de una política de aislamiento impuesta durante décadas. Para Estados Unidos, una revisión de su política exterior en América Latina, una oportunidad para mejorar su imagen internacional y un promisorio derrotero hacia la cooperación mutua en áreas como la salud, la educación y el comercio.
La comunidad internacional celebró este triunfo de la diplomacia que renovó las esperanzas entre muchos cubanos y estadounidenses separados por políticas de aislamiento y abrazó el anhelo de mayor intercambio cultural, académico y turístico entre dos naciones en constante discordia ideológica, y el retorno a suelo patrio de Gerardo, Ramón y Antonio, devino concreción del premonitorio discurso del líder indiscutible de la Revolución antillana.
Así lo argumentó a nuestra emisora Jesús Javier Hernández Morejón, director del instituto preuniversitario Dionisio Morejón Morejón, de Pedro Betancourt y profesor de Historia de Cuba en la instalación.
Sin embargo, este optimismo inicial se vio truncado por la complejidad inherente al convulso diferendo entre los gobiernos antillano y norteamericano. A diez años de estos acontecimientos, las profundas disyuntivas ideológicas, los intereses geopolíticos en juego y el recrudecimiento de injustas políticas coercitivas contra la Isla han destrozado los sueños de una progresiva normalización entre estos países, esa que, lejos de afianzarse, solo se ha fragmentado más.
En la actualidad, la relación Cuba-Estados Unidos se encuentra en un punto de estancamiento. Si bien se ha mantenido un diálogo limitado en algunos ámbitos, la falta de voluntad política por parte del gobierno norteamericano para un cambio profundo ha impedido una verdadera normalización, las sanciones siguen afectando la economía cubana y las diferencias ideológicas continúan mellando las posibilidades de un entendimiento pleno.
La llegada a la presidencia de Donald Trump marcó un retroceso significativo en este proceso, pues el mandatario revirtió muchas de las políticas impulsadas por su predecesor y, además del recrudecimiento del bloqueo y la inclusión de Cuba en la arbitraria lista de países patrocinadores del terrorismo, echó por tierra lo logrado en 2014 y generó más incertidumbre y tensión en el diferendo.
Asimismo, tras el arribo de Joe Biden a la Casa Blanca, las esperanzas volvieron a renovarse, sin embargo y pese a que el mandatario mostró cierto interés en revisar la política norteña hacia Cuba, no ha implementado cambios sustanciales y lejos de deshacerse o menguar su negativo impacto, las restricciones y el bloqueo persisten como barreras contra el desarrollo de la Isla y el futuro de la relación bilateral sigue siendo incierto.
Sin dudas, lo acaecido el 17 de diciembre de 2014 fue un parteaguas en la volátil dinámica entre ambos territorios. A una década de aquellos eventos, el glorioso regreso de los Cinco Héroes se ve ensombrecido por la realidad persistente del bloqueo y la falta de avances significativos en la normalización de las relaciones entre dos países tan cercanos, pero a la vez tan distantes.