15 de septiembre de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

El corazón de un maestro es un cofre que guarda muchas emociones

Este lunes la maestra Jacqueline Arencibia de la Paz volverá a sentir el mismo cosquilleo de aquel día en que se paró frente a un aula por primera vez, porque hay amores a los que el tiempo solo aviva y hace resurgir.
SAN ANTONIO DE CABEZAS.- Jacqueline Arencibia de la Paz cuenta con el tesoro más grande al que cualquier profesional puede aspirar: el cariño, el respeto y la admiración de sus alumnos, sus colegas, su familia y la comunidad.
Esta reconocida maestra de la escuela primaria Rubén Hernández Concepción, de este poblado, lleva en sus genes el arte de enseñar como herencia de su madre, otra de esas grandes profesionales de la Educación que permanece en el recuerdo de muchas generaciones de unionenses.
«De niña siempre jugaba a ser maestra. El lápiz, la pizarra, el puntero, esos eran mis juguetes favoritos. Yo nunca imaginé otra cosa para mí. Tal vez por el amor que mi mamá le profesaba a lo que estudió. Estoy segura de que ella estaría muy orgullosa. Su ejemplo tuvo que ver muchísimo con mi elección. Me siento la profesional más dichosa del mundo por haber decidido seguir los pasos de mami. Creo que fue la mejor herencia que pudo dejarme».
Jacque, como le llaman en su pueblo, lleva 26 años amando el magisterio, una pasión que abraza con todas las fuerzas de su alma. En su larga y fructífera carrera atesora recuerdos, lecciones, pasajes y alumnos inolvidables.
«Uno de ellos es José, un niño que en dos segundos se robó mi cariño. Recuerdo que la directora de la escuela, en aquel entonces Mercedes Celestrín, me llamó a la dirección y me dijo que tenía para mí una tarea bien difícil. Confieso que al principio me asusté un poco, pero apenas conocí a José sentí la necesidad de ayudarlo. Él tiene necesidades educativas especiales. Cuando entró en mi clase no sabía leer, ni escribir. El día que José puso en el pizarrón mamá y papá lloré como no te imaginas. Es una de las cosas más gratificantes que me ha pasado. No puedes ni tan siquiera sospechar cuánto significó aquello para mí».
Me cuenta mientras desvanece con su mano una lágrima que rueda por su mejilla, al tiempo que me explica que José todavía llega hasta la puerta de su aula y le recuerda: «Maestra, usted me enseñó a leer y a escribir».
«El corazón de un maestro es un cofre que guarda muchas emociones. El simple hecho de llegar a una consulta y encontrar que el médico que está sentado ahí fue tu alumno, no sé cómo explicarlo, pero es algo tan bello. Yo creo que si mil veces naciera, mil veces repetiría el mismo camino hasta acabar convertida en maestra».
Jacqueline se alista para impartir clases en tercer grado en el curso a punto de comenzar. En un rincón de su aula existe un espacio dedicado a la formación profesional.
«Si, porque pienso que a los niños hay que orientarlos desde bien temprano. Los maestros podemos y somos fundamentales para el futuro de nuestros educandos. Para mí no hay mayor satisfacción que sembrar en mis pequeños el interés por el estudio, por la superación, por alguna carrera. Este es un país de oportunidades, aunque estamos viviendo tiempos muy difíciles, aunque a veces no somos lo suficientemente remunerados en nuestros trabajos, la verdad es que, el saber no ocupa espacio, uno debe insistir siempre en eso».
Convencida de que la escuela será la segunda casa, siempre que la casa sea la primera escuela, Jacque le concede un valor muy especial al vínculo con la familia, por eso la encontramos hoy organizando los preparativos para la primera reunión de padres del curso que iniciará este dos de septiembre.
«Es un espacio muy importante, un encuentro en el que reafirmamos cuánto podemos lograr si nos unimos escuela, familia y comunidad para formar un niño más integral, más parecido a su tiempo, más seguro de si mismo. Estoy convencida de que éste que se avecina será el mejor curso de todos, porque siempre he creído que el mejor trabajo es el que está por venir. Uno no tiene nada más que entregarse sin reservas y darlo todo con amor».
Este lunes, cuando abran las puertas de las 36 escuelas de Unión de Reyes, la maestra Jacqueline Arencibia de la Paz volverá a sentir el mismo cosquilleo de aquel día en que se paró frente a un aula por primera vez, porque hay amores así, a los que el tiempo solo aviva y hace resurgir.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *