Su primer y último pensamiento

Recorre la misma distancia que hace un año atrás cuando empezaron a decir que estaba muerto, pero su corazón de madre decía lo contrario: «Mi hijo siempre fue un guerrero».
La recuerdo aquel domingo con los ojos hinchados de tanto llorar, bajo el abrazo de «Tay» y en espera de un parte médico que siempre fue con pronóstico reservado al tener quemaduras en más del 50 por ciento de su cuerpo.
Ahí junto a ella, las tías de Elier, su esposo y su hermano, demasiado parecido. Varios corazones unidos con fe. Arriba, en terapia, el suyo que latía fuerte: «¿lo pueden escuchar?»
En su mente las mismas palabras: «Mami, no tengo miedo, soy el primero en la fila».
Elier amaba su oficio, adoraba ser bombero. Tenía el don de ser querido por todos: una especie de protector.
Matanzas se convirtió en esa segunda casa que lo vio crecer, madurar y formarse. Motivos de sobra para que la mamá de Elier regrese este 5 de agosto a la ciudad.
Sé que ha sido un año difícil para ella, como también sé que cuando fue trasladado al hospital pedía con señas un teléfono para hablar.