29 de abril de 2024

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Merecido tributo al Canciller de la Dignidad

Al morir Raúl Roa García el 6 de julio de 1982, Cuba y la diplomacia internacional pierden a una figura carismática, de pensamiento lúcido y brillante, al valiente defensor de la imagen de la Revolución, quien recibió por eso el merecido calificativo de «Canciller de la Dignidad»

Al morir Raúl Roa García el 6 de julio de 1982, Cuba y la diplomacia internacional pierden a una figura carismática, de pensamiento lúcido y brillante, al valiente defensor de la imagen de la Revolución y de la independencia de los pueblos latinoamericanos, quien recibió por eso el merecido calificativo de «Canciller de la Dignidad».

Al pronunciarse Roa en las tribunas de la Organización de Naciones Unidas (ONU) o cualquier foro internacional, se estremecían los representantes de Estados Unidos y potencias occidentales europeas y se mostraban impotentes ante ese diplomático atípico y coherente, que denunciaba sus maniobras con lealtad y coraje a toda prueba.

Han pasado 41 años de la partida física del también sagaz escritor, historiador y político, quien muere en La Habana, su ciudad natal, después de cumplir una amplia y valiosa trayectoria como combatiente revolucionario, estudiantil y luego profesor universitario, intelectual militante y destacado diplomático vinculado a las causas más justas y progresistas.

Procedía de una familia humilde que supo cultivar su amor a la patria. Al heredar la estirpe independentista de su abuelo mambí, no es casual que desde muy joven el insigne canciller se vincula a la lucha contra la dictadura machadista y luego enfrentaría a la tiranía batistiana.

Después del triunfo de la Revolución es designado embajador de Cuba en la Organización de Estados Americanos (OEA) y a partir de junio de 1959 al ser nombrado por Fidel como ministro de Relaciones Exteriores le impregna un nuevo rumbo a la política exterior de la mayor de las Antillas.

Su estilo combativo, energía vital y demostrado intelecto marcó pautas en la diplomacia internacional. Se recuerda especialmente una de sus más contundentes batallas en Naciones Unidas, cuando denunció la invasión mercenaria a Cuba por las arenas de Playa Girón, armada y financiada por Estados Unidos.

En 1976 Roa García fue nombrado vicepresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, cargo en el que se mantuvo hasta el 6 de julio de 1982 cuando fallece el siempre recordado y respetado por el pueblo cubano como Canciller de la Dignidad.

1 comentario en «Merecido tributo al Canciller de la Dignidad»

  1. En honor a Roa, vale recordar aquí momentos estelares de su trayectoria:
    Su sentido del humor le granjeaba la simpatía de todos y generó una serie de fabulaciones y leyendas. Su agudeza verbal, capacidad de respuesta precisa y oratoria demoledora, características sustentadas por su profunda cultura salpicada de irónico –a veces fulminante como látigo– humor criollo para enfrentar y salir airoso de las numerosas situaciones que, en su intensa vida de servicio, lo pusieron a prueba. A un embajador foráneo que no cuidaba el protocolo en el vestir, lo recibió en camiseta y le espetó: «La próxima vez que usted venga en mangas de camisa, lo recibiré en calzoncillos». A otro, un yanqui presuntuoso, «Puede hablar, pero sin guapería». Su antimperialismo era raigal, culto e ingenioso, el cine cubano recogió para la historia cuando desmintió a un diplomático estadounidense en la ONU enarbolando una biblia. Al diplomático chileno que tras el golpe de Estado al Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, se puso a hablar mal de Cuba y de Fidel en la ONU, le fue para arriba mientras le gritaba en el más castizo español las palabras que tales infundios merecían. El mismo cuenta, que ante las difamaciones del delegado de Pinochet,
    El sobrenombre de Canciller de la Dignidad lo ganó en San José, Costa Rica, a finales de agosto de 1960 durante una reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) al estar convencido de que las denuncias de Cuba sobre la inminente agresión de la CIA nunca encontrarían eco, resonancia ni acogida.
    En ese escenario, Roa se paró del escaño, pidió la palabra para una cuestión de orden y anunció la retirada de su delegación: “Me voy con mi pueblo y con mi pueblo se van también los pueblos de nuestra América”, afirmó y abandonó el salón junto a su delegación para ser recibido en el exterior por una multitud que coreaba ¡Cuba sí, yanquis no!
    Antológica es su oratoria en aquella épica batalla verbal en la ONU, contra la diplomacia yanqui»Un clamor unánime estremece hoy a toda Cuba, resuena en nuestra América y repercute en Asia, África y Europa. Mi pequeña y heroica patria está reeditando la clásica pugna entre David y Goliat. Soldado de esa noble causa, en el frente de batalla de las relaciones internacionales, permitidme que yo difunda ese clamor en el severo areópago de las Naciones Unidas. ¡Patria o Muerte!, ¡Venceremos!», así proclamaba Roa en la sede de la ONU en Nueva York, ante el ataque mercenario por Playa Girón en abril de 1961.

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