14 de agosto de 2025

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Partido Comunista de Cuba: un siglo de pensamiento, militancia y acción

A un siglo de su fundación, su impronta pervive en quienes, con la memoria como brújula y la palabra como herramienta, siguen apostando por pensar Cuba desde los márgenes y reescribir con voz propia su destino.

El 16 de agosto de 1925, en plena represión machadista y auge del movimiento obrero en la mayor de las Antillas, emergió la primera organización partidista que se proclamó abiertamente comunista. Aquel acto fundacional fue mucho más que una formalidad: constituyó una férrea declaración de ruptura con el liberalismo burgués dominante y una adhesión decidida a las concepciones marxistas-leninistas que entonces cobraban fuerza en América Latina.

La cita tuvo lugar en una modesta casa de la calle Calzada, en el Vedado habanero, donde hoy se levanta la sala teatral Hubert de Blanck. La convocatoria, emitida por el Comité Ejecutivo de las Agrupaciones Comunistas de Cuba, había previsto cinco días de sesiones, pero la hostilidad del gobierno obligó a condensar el congreso en apenas dos jornadas. A pesar de las limitaciones materiales y la persecución política, los delegados reunidos lograron cristalizar un proceso de maduración ideológica que encontró en Julio Antonio Mella y Carlos Baliño una conjunción excepcional.

Este primer Partido Comunista de Cuba, integrado en sus albores a la Internacional Comunista, nació con una vocación de lucha obrera y de denuncia contra el imperialismo estadounidense, profundamente arraigado en las dinámicas económicas de la Isla. Si Mella aportaba el fuego intelectual y la articulación universitaria desde la revista Alma Mater, Baliño, cofundador del otrora Partido Revolucionario Cubano junto a José Martí, ofrecía legitimidad histórica y continuidad ideológica. Juntos, hilvanaron una estructura que pretendía no solo agitar conciencias, sino también formar cuadros revolucionarios con visión estratégica.

Si bien no todos sus militantes eran marxistas formados, compartían una profunda convicción de justicia social y redención para los sectores más vulnerables. Mella, con sus «Glosas al pensamiento de José Martí» (1926), y otros como Blas Roca, Carlos Rafael Rodríguez y Juan Marinello, tejieron puentes entre el ideario del Apóstol y el pensamiento socialista que, además de potenciar la resurrección de la conciencia patriótica que permeó los años 20, estremecieron la gesta revolucionaria de los 30, que pese a la punitiva respuesta del gobierno, consolidó al Partido, bajo la tutela de figuras como Rubén Martínez Villena, como un implacable adalid de la movilización obrera y la resistencia popular.

En las décadas siguientes, el Partido tuvo presencia decisiva en sindicatos y luchas populares y, aunque no se perfiló como un partícipe directo de la insurrección moncadista, sus ideales fueron absorbidos por el movimiento rebelde de Fidel Castro Ruz y, más tarde, consolidados en la creación del Partido Único de la Revolución Socialista de Cuba en 1965, que a su vez, dio origen a su más reciente heredero, que aún proyecta su influencia, con renovada fuerza, en la construcción del Estado, la política exterior y la identidad socialista de la nación.

La trascendencia del primer Partido Comunista cubano no reside solo en sus postulados, sino en su vocación formativa y articuladora. Fue semillero de pensamiento crítico, escuela de militancia y espacio para imaginar la nación, la soberanía y la justicia social. Su existencia permitió que la izquierda antillana no se limitara a reproducir dogmas, sino que ensayara una lectura situada, tejida con los hilos de la historia insular y los dilemas del Caribe. A un siglo de su fundación, su impronta pervive en quienes, con la memoria como brújula y la palabra como herramienta, siguen apostando por pensar Cuba desde los márgenes y reescribir con voz propia su destino.

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