Trump, más allá de las fronteras de su país

El presidente número 47 de Estados Unidos llegó a la Casa Blanca, este 20 de enero, con un discurso que devela interés por el crecimiento económico, total irrespeto al derecho de las naciones y desprecio por la humanidad.
El anuncio de medidas dirigidas a recuperar la administración del Canal de Panamá, la reinclusión de Cuba en la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo, el refuerzo de la línea fronteriza con México a fin de eliminar la entrada ilegal a territorio estadounidense, la presunción de cambiar el nombre de Golfo de México, el impulso de la criptomoneda, la negación de Acuerdos internacionales del cambio climático y la salida de la Organización Mundial de la Salud, así lo reflejan.
Pese a los aplausos y el apoyo de sus seguidores, Donald Trump -uno de los 25 hombres más ricos del orbe-, inició su segundo periodo de mandato con el rechazo de quienes repudian la imposición, el extremismo, la falta de diplomacia e intención de ser gobernados por una potencia económicamente poderosa, pero extranjera.
Según el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, la revocación de una de las últimas decisiones del demócrata Joe Biden tan sólo seis días después es un «acto de arrogancia» de Trump que desprecia «la verdad» y sólo busca fortalecer «la cruel guerra económica contra Cuba con fines de dominación».
Criterio al que la cancillería cubana agregó «… es demostración de la agresividad del imperialismo estadounidense contra la soberanía, la paz y el bienestar de la población cubana”.
El Gobierno mexicano rechazó la «medida unilateral» del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de reimponer tras su investidura este lunes el programa ‘Quédate en México’, que obliga a solicitantes de asilo estadounidense a permanecer al sur de la frontera.
Por su parte el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, expresó su rechazo frontal a las declaraciones hechas por Donald Trump sobre el Canal de Panamá al reiterar lo expresado en un mensaje a la nación del 22 de diciembre:
“El Canal es y seguirá siendo de Panamá y su administración seguirá estando bajo control panameño con respeto a su neutralidad permanente”.
A toda esa oposición ante las declaraciones de Trump en su primer discurso se suman los que defienden al hombre y sus derechos como ser social, la naturaleza y la necesidad de contar con un medio ambiente sano, los que prefieren tender puentes y crear lazos para que al decir de José Martí «…no pase el gigante de las siete leguas»; para que el desarrollo y la paz llegue a todos.
Trump, por el contrario, desde ese día inicial hizo gala de su carácter egocéntrico y narcisista al declarar una línea de gobierno que dará continuidad a su anterior actividad presidencial, caracterizada por la negación por quien no responde a los cánones de «americano clásico». Justo en una nación constituida por migrantes.
La intención de lograr el florecimiento económico de los Estados Unidos, o lo que el propio Trump calificó como Edad de Oro, disfraza en definitiva la arrogancia de un individuo que pretende gobernar más allá de las fronteras de su país. Y para ello se dispone a arremeter contra los que no comparten sus posiciones de extrema derecha.
Este es solo el comienzo para un continente americano que comparte el espacio geográfico con la mayor potencia imperialista del orbe y su excéntrico presidente. De la fortaleza y unidad de estos pueblos dependerá su salvación.