“El Conde, los pozos y otras sequías”

Cuando Pedro Quintana López, conocido como Perico, llegó a vivir a la casa de Logia entre Solís y Pilar, en el reparto La Playa, sus padres cavaron un pozo en el patio lleno de matas de aguacate y mango.
Corría 1927 y aquel hueco en la tierra fue la primera fuente de agua del barrio. Casi un siglo después, su nieta Nilda sigue sacando agua del mismo lugar.
Primero fue para los animales; ahora, sin otra alternativa, lo usa para todo en el hogar. Lleva seis meses sin suministro y mientras intenta construir un nuevo pozo, se aferra al viejo pozo de Perico.
Ese pozo, testigo de casi cien años, es uno entre más de 20 que se han abierto en la circunscripción 43 del Consejo Popular Playa, en Matanzas. Los vecinos los han hecho por sus medios, otros han pagado por su construcción hasta 220 dólares, una cifra impensable para muchas familias. Y es que la realidad golpea: el sistema de abasto El Conde se rompe una y otra vez, y el agua no llega a la zona desde mayo de este año.
El motor roto y la versión repetida
Desde la estación de bombeo de El Conde, en Matanzas, se escucha la misma explicación hace meses: “El motor volvió a romperse”. La última rotura ocurrió después de solo un día de trabajo, dicen que fue un problema de voltaje. Es la quinta vez en seis meses que la historia se repite, comenta el destacado periodista Roberto Pérez Betancourt
Con solo dos motores funcionando, la capacidad es insuficiente para abastecer a los barrios de La Playa, el Cocal y zonas colindantes.
“A este panorama se suman los llamados “ladrones de agua”: bombas conectadas de manera ilegal a las tuberías, que sustraen el líquido cuando hay corriente eléctrica. Mientras algunos logran llenar sus tanques, otros quedan completamente secos”.
Pozos y desconfianzas
Raúl Castillo, delegado de la circunscripción, lo resume con preocupación: “Hace alrededor de seis meses que tenemos dificultades con el agua. Los vecinos han buscado alternativas haciendo pozos; hay unos 20. Algunos comparten con otros, pero me preocupa que mucha de esa agua no se ha analizado. No sabemos si es potable. Hemos exhortado a que se haga el análisis y pienso que Salud Pública debería visitar estos lugares».
En un panorama epidemiológico complejo con la circulación de hepatitis la preocupación es justa. A eso se suma que el abasto por pipas no resuelve el problema, solo lo alivia.
“Lo que hay que solucionar es que El Conde funcione. Son 27 CDR los que dependen de ese sistema y las pipas no alcanzan», añadió el delegado que cada día recepciona la misma queja de sus electores y que al igual que ellos tampoco tiene agua.
De hecho, según el delegado, en todo este tiempo ha recibido alrededor de siete pipas para una población que no tiene agua. Y esas cuadras pertenecen a la circunscripción 43, pero esta realidad es común para el Cocal y otras circunscripciones aledañas que reciben el agua por la misma conductora. Además, solo en una parte del barrio se pueden construir los pozos, el otro 80 por ciento no tiene esa alternativa.
Motivos por el que se ven más pipas particulares que cobran el litro de agua a peso cubano y aunque parece barato hoy se están montando en más de seis mil pesos moneda nacional cuando el costo que pagan al buscar esa agua en el Acueducto es de 20 pesos el metro cúbico, o sea, una pipa no supera los 300 pesos moneda nacional.
El costo del agua: pozos de esperanza
En la casa de José Luis Yáñez Gutiérrez el pozo fue una inversión y una apuesta por la estabilidad: “Lo hicimos porque teníamos escasez. Nos cobraron barato y con eso resolvimos. Ahora no tenemos problemas: el pozo siempre tiene agua. Le damos agua a los vecinos y así se mantiene sin dificultad.
“Para tomar no cogemos agua de ahí. La traemos de casa de mi cuñado, en Pilar, donde sí entra el agua de la calle.”
Cada pozo como el suyo cuesta unos 220 dólares. Los que no pueden excavan con sus propias manos. Dicen quienes construyen los pozos que esa zona esta llena de manantiales que vienen desde las Cuevas de Bellamar.
Sergio Hernández muestra orgulloso su pozo de dos metros : “Lo hicimos en dos días, con herramientas rústicas. No la usamos para cocinar, pero sí para todo lo demás.”
Bacallao, otro vecino de Paraíso entre Logia y Carnot, hizo lo mismo: “Empecé un martes por la tarde con la ayuda de mi esposa, después de las cinco y media de la tarde. Conseguí una coa, un pico y un tubo y empecé a cavar. Cuando ya no me alcanzaban los brazos inventé una cantimplora como cuchara retroexcavadora. A los cuatro días sentí algo fofo y seguí hasta que el agua brotó como manantial. Fría, clara y transparente”.
En cambio, Ana, vecina del barrio, cavó el suyo por pura necesidad a inicios de año: “Mi esposo estaba encamado, necesitaba lavarle la ropa y no teníamos agua. Pedí pipas, vino una sola. Soy retirada, no podía pagar más. Hicimos el pozo con nuestras manos. Luego llevamos una muestra al laboratorio: dijeron que no era apta para tomar, pero sí para el resto. Con eso vivimos».
Todos afirman que el agua se ve limpia, pero eso no significa que esté buena. Algunos lograron certificar el liquido en Higiene y Epidemiología. Otros como Bacallao han ido en reiteradas ocasiones, pero no han podido realizar esta operación.
Más allá de la sequía
A esta altura del año la sequía para este barrio no es solo falta de agua. Es también una sequía de gestión, de respuestas, de empatía y de planificación. El pozo de Perico, casi centenario, sigue dando agua fría y clara. Pero el agua no es infinita y la paciencia tampoco.