A pesar de los obstáculos, estos hombres y mujeres no bajan los brazos. Muchos trabajan con vehículos antiguos, adaptados una y otra vez con ingenio y sacrificio.
En cada recorrido se ponen a prueba no solo las máquinas, sino también la voluntad y el compromiso de quienes las conducen. En ese esfuerzo cotidiano se expresa una de las más genuinas muestras de amor al deber y lealtad al pueblo.
Son choferes, mecánicos, inspectores, despachadores y técnicos que hacen posible lo que parece inalcansable.
En ocasiones, la jornada comienza sin la certeza de si alcanzará el combustible para completarla, y aun así se lanzan a las calles. Cada parada, cada kilómetro recorrido, es una victoria frente a la adversidad.
El transporte no es solo movimiento, es conexión humana, es acceso a la educación, al trabajo, a la salud, a la vida misma.
Por eso, la entrega de los transportistas matanceros trasciende su función técnica: se convierte en una labor profundamente social y lo vemos en cada gestor de embarque que en su parada, bajo el sol, impone el uso de los frenos a quienes aún ignoran la necesidad e intentan hacer particular vehículos estatales.
Su constancia contribuye al funcionamiento de hospitales, escuelas, centros productivos y comunidades enteras.
Este 28 de junio, Día del Trabajador del Transporte en Cuba, es justo reconocer a quienes, desde Matanzas, mantienen viva la esperanza sobre ruedas.
Que no falte el aplauso para los que saben que su trabajo comienza cuando la mayoría aún duerme, y muchas veces termina con los primeros aires de la madrugada.
Con sentido de pertenencia, espíritu solidario y una admirable capacidad de resistencia, los transportistas confirman que no hay motor más fuerte que el del compromiso con el pueblo. A todos ellos, gracias por no detenerse nunca.
