13 de febrero de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

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Aquel hijo de esclavos conquistó un sitio venerable en el altar de la patria (+infografía y audio)

Falleció el 5 de marzo de 1933, a los ochenta años de edad. Aquel hijo de esclavos había conquistado un sitio venerable en el altar de la patria.

Cuenta ella que de pequeña me gustaba hacerla leer cuánta pancarta nos encontrásemos en el camino.

-Mamá, ¿quien es ese señor?

-Él es Juan Gualberto Gómez, patriota insigne de nuestra provincia.

A veces me cuestiono qué era lo que tanto me atraía de ese hombre de mirada interesante y aunque aun no lo sé, me gusta pensar que fue lo mismo que me llevó a escoger al Periodismo como profesión y hoy me hace escribir estas letras.

Juan Gualberto Gómez nació en el ingenio azucarero Vellocino de Oro, propiedad de Catalina Gómez. Sus padres, Fermín Gómez y Serafina Ferrer eran esclavos, pero lograron comprar la libertad del niño antes de su nacimiento, de acuerdo a la ley de la época. Su condición de hombre libre le permitió alfabetizarse.

Por su notable inteligencia y fácil aprendizaje, a pesar del sacrificio económico que les significaba, sus padres lo enviaron a estudiar a La Habana, al colegio Nuestra Señora de los Desamparados, dirigido por Antonio Medina y Céspedes, un maestro afroamericano inspirado en la obra de José de la Luz y Caballero.

Cuando estalla la Guerra de los Diez años el clima de violencia que empezaba a imperar en la Isla hizo a los padres de Juan Gualberto, apoyados económicamente por Catalina Gómez,  mandarlo a Francia con el fin de estudiar el oficio de constructor de carruajes, uno de los pocos a que podían aspirar afroamericanos y mestizos durante el período colonial.

En París comienza la labor política de Juan Gualberto cuando fue contratado como traductor por Manuel de Quesada y Francisco Vicente Aguilera, que se encontraban en el país con el objetivo de recaudar fondos para los independentistas en Cuba. Y desde ese entonces no cejaron los esfuerzos del joven por ver libre a su patria.

El periodismo llega como una forma de sustento económico a la vida de Juan Gualberto y desde ese entonces hasta su muerte, tal como dijo Ciro Bianchi, apenas dejó transcurrir un día sin llenar una cuartilla en blanco. Trabajó como corrector y reportero; más tarde como articulista de publicaciones de Francia, Suiza y Bélgica.

Cuando regresó a Cuba tras el Pacto del Zanjón, consciente de que su letra y espíritu ahondaría más la crisis y que las luchas futuras entre cubanos y españoles “serían  más violentas que las pasadas”, funda La Fraternidad y, a la vez, colabora con La Discusión y La Lucha.

Cuando lo encarcelan y destierran en 1879, durante siete años ocupa responsabilidades de dirección en El Abolicionista y en La Tribuna, actúa como editorialista y cronista parlamentario de los periódicos El Progreso y El Pueblo, todos editados en España.

Falleció el 5 de marzo de 1933, a los ochenta años de edad. Aquel hijo de esclavos había conquistado un sitio venerable en el altar de la patria. Y hoy es la inspiración de esta joven periodista que ya lo admiraba sin siquiera saber leer y escribir.

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