El día que la Wifi me declaró la guerra (y yo no me rendí)

En la vida de un periodista, cada día es una aventura. Pero hay días que, sin quererlo, se convierten en una tragicomedia digna de un guión de cine. Este es uno de esos días. Todo comenzó con un mensaje que, aunque breve, estaba cargado de una amenaza velada: “Yo siempre te voy a j….”. No, no era un mensaje de un ex despechado, ni de un villano de telenovela. Era la Wifi. Sí, la misma que me permite conectarme al mundo y cumplir con mi plan de trabajo en Radio 26, de Matanzas.
Pero vayamos por partes. Soy periodista y como tal mi vida gira en torno a la información. Tengo una laptop, un teléfono celular y un fijo y un plan de Nauta Hogar con 240 horas de conexión. Con eso, me siento como un pescador con una red llena de peces de colores. O al menos eso pensaba, hasta que llegaron los apagones.
Ahí comenzó el desmoronamiento de mi bonanza tecnológica. La laptop, sin batería, dependía de la corriente eléctrica, y el rúter, sin electricidad, se negaba a funcionar. Así que mi trabajo pasó a depender de los caprichos de la Unión Nacional Eléctrica (UNE), que decidía cuándo y cómo darme corriente, generalmente a altas horas de la noche. ¿Saben lo que eso significa? Exacto: noches en vela y madrugadas de desesperación.
Pero como en toda buena historia, apareció un salvador: un familiar que, con la mejor de las intenciones, me envió un Ecoflow. ¡Aleluya! Pensé que mis problemas habían terminado. Ya no necesitaría esperar a que la UNE se apiadara de mí. Podría trabajar a cualquier hora, tributar a los espacios informativos y seguir siendo el periodista eficiente que soy. O eso creía.
Aquí es donde entra en escena la Wifi, ese ser etéreo que nos conecta al mundo pero que, al parecer, tiene un sentido del humor bastante peculiar. Al recibir el Ecoflow, cometí un error que hoy lamento profundamente: le escribí a la Wifi con un tono de arrogancia que, reconozco, no me sentaba bien. Le dije: “Señora Wifi, te j…”. Y ella, con esa prepotencia que solo los seres virtuales pueden tener, me respondió con cuatro mensajes idénticos: “Yo siempre te voy a j….”.
Al principio no le di importancia. Seguí con mi rutina como si nada hubiera pasado. Pero la Wifi, gran amiga de ETECSA, decidió que no iba a quedarse de brazos cruzados. Se confabuló con su aliado tecnológico para dejarme sin voz en el teléfono fijo cada vez que se iba la corriente. Ahora tengo todo para trabajar, pero sin conexión. Ironías de la vida, ¿no?
Así que aquí estoy, con mi Ecoflow, mi laptop y mi teléfono fijo, pero sin Wifi. Y aunque sé que debería pedir perdón por mi arrogancia, no lo haré. Porque, al final del día, esta es una guerra que no pienso perder. La Wifi puede j……, pero yo seguiré aquí, contando historias.