Primero de Mayo: cuando el trabajo se escribió con sangre

Mayo regresa y con él las calles se llenan de banderas, cantos y promesas renovadas. La primera de sus jornadas, devenida Día Internacional de los Trabajadores, se vive como una fiesta cívica que entrelaza la alegría del hoy con la memoria del ayer. Sin embargo, tras el colorido de los desfiles subsiste una herida histórica que dio origen a este festejo y que no puede ni debe ser olvidada: una matanza que convirtió la lucha obrera en causa universal.
A finales del siglo XIX la explotación laboral era la norma. Turnos de hasta 18 horas dejaban a los trabajadores agotados, con salarios míseros y condiciones inhumanas. Frente a esta realidad el reclamo por una jornada de ocho horas cobró fuerza en Estados Unidos, donde el IV Congreso de la Federación Estadounidense del Trabajo, celebrado en 1885, estableció el primero de mayo de 1886 como el día clave para exigir el cambio.
Más de cinco mil industrias se sumaron a la huelga, generando un choque con los patronos y el aparato represivo del Estado. En Chicago, el epicentro de la protesta, la respuesta policial fue brutal: seis huelguistas asesinados y decenas de heridos marcaron el inicio de una serie de enfrentamientos que culminarían en uno de los episodios más trágicos de la historia sindical.
El 4 de mayo de 1886, Haymarket Square fue testigo de un mitin pacífico que derivó en caos cuando una bomba explotó entre la multitud. Ocho policías murieron y el Estado aprovechó el hecho para desatar una cacería de líderes obreros que, sin pruebas fehacientes, fueron condenados y ejecutados el 11 de noviembre de 1887.
Décadas después, ese legado encontró eco en la Cuba revolucionaria. Tras 1959, el Primero de Mayo adquirió una nueva dimensión: la de una nación que bajo liderazgo obrero aspiraba a construir un modelo alternativo de desarrollo.
Fidel Castro convocó al pueblo a desfilar, no solo por los derechos alcanzados, sino también por los sacrificios que los hicieron posibles. Así, el homenaje a los mártires de Chicago se conectó con una visión del trabajo como columna vertebral de la soberanía y la dignidad nacional.
Hoy, mientras el mundo enfrenta nuevos desafíos laborales —como la precariedad, la automatización y la desigualdad—, el Primero de Mayo sigue siendo un llamado a la memoria activa. No basta con celebrar: hay que recordar. Y no basta con recordar: hay que continuar la lucha, porque los derechos del trabajador no son herencias eternas, sino conquistas que deben defenderse cada día.