En memoria del primer higienista del país
Siempre vale la pena volver a la historia y mucho más para recordar a quienes han dejado huellas y marcado el bien de la humanidad.
Y es que precisamente un 30 de marzo, pero 174 años atrás, Cuba perdía a uno de los precursores de las ciencias médicas: Tomás Romay y Chacón.
Desde muy joven tuvo su primera educación de parte de su tío paterno, Fray Pedro de Santa María Romay, del Convento de los Reverendos Predicadores, quien descubrió su perspicaz agudeza e inteligencia y por ello lo llevó a su lado.
Tras iniciar la carrera de abogacía la abandonó e inició sus estudios de Medicina.
Fue entonces, por el año 1795, que escribió un artículo sobre la inoculación preventiva contra la viruela, material que se publicó en dos ediciones en el Papel Periódico de la Habana, donde la defendía como método idóneo de preservación de las viruelas naturales.
Comenzó en 1803 su colosal campaña por imponer nuevos métodos de vacunación y demostró la seguridad del producto al administrarlo a dos de sus hijos para probar los aciertos de la ciencia.
Considerado también como el primer higienista del país, hizo grandes aportes a la Química y Botánica con renombrados avances en la apicultura. Además, luchó contra la erradicación del cólera.
Este ilustre galeno cubano fue Presidente y Secretario Facultativo de la Junta Central de Vacunas del país.
Como pedagogo, realizó importantes reformas en la docencia médica e introdujo nuevos métodos basados en la observación y la práctica, así como promovió la modernización de la Medicina clínica y estableció la enseñanza de la Anatomía.
Por todo ello, y cuando el mundo se recupera de una de las peores pandemias de la historia de la humanidad, cuando Cuba cuenta con cinco vacunas contra la Covid-19, volvemos la mirada a Tomás Romay, a su ejemplo, a su entrega, a su extraordinaria sabiduría que usó para beneficiar a su pueblo. Hoy su impronta reluce más que nunca y está presente en cada médico de la isla caribeña.
