Calixto García y Henry Reeve: hermanados por la Historia
La fecha del cuatro de agosto guarda una enorme significación para la mayor de las Antillas, pues el pueblo cubano atesora con respeto y admiración el histórico accionar mambí de dos de los más cimeros exponentes de la gesta iniciada en el 68 y que, a pesar de los distintos y distantes contextos culturales y épocas de las que ambos provenían, hallaron en la lucha por la libertad una causa común a la que ofrendar hasta lo más profundo de su existencia.
En 1839 veía la luz Calixto García Íñiguez, encarnación de la fiereza y determinación inquebrantables de un país dispuesto a socavar el yugo colonial que le oprimía, cuya capacidad como líder y estratega militar, destreza en el empleo de la artillería y notorio conocimiento cartográfico durante las tres contiendas armadas, así como la suprema dignidad que demostró al calor de la «guerra hispano-estadounidense» y que evidenció hasta su deceso, le valieron un merecido lugar en el podio de inmortales de la Revolución antillana.
Por su parte, en 1876 fenecía en Yaguaramas, Henry Reeve Carroll, un joven neoyorkino que, imbuido por un voraz ideal emancipador, se sumó al flanco antiesclavista norteño que, durante la Guerra de Secesión, aspiraba socavar las intenciones hegemónicas del sur estadounidense y, una vez consciente por cubanos emigrados en las tierras del Tío Sam de la realidad de sus compatriotas en la Isla, hizo de enervar este infortunio su mayor empresa.
El «León de Holguín» protagonizó el bregar mambí en el oriente del país, ocupando importantes cargos en la manigua, organizando tiempo después la Guerra Chiquita desde el exterior, librando, tanto en la contienda previa como durante la orquestada por el Apóstol, un sinfín de acciones combativas en la zona y vilipendiando a las fuerzas norteamericanas, cuando estas negaron a las criollas la entrada a Santiago de Cuba, una vez consumada la victoria contra España a mediados de 1898.
A «El Inglesito» debe Cuba, igualmente, ese ingente internacionalismo que le llevó a ser partícipe de más de 400 batallas, entre las que sobresalen el rescate del brigadier Julio Sanguily junto al mayor Ignacio Agramonte y el crucial apoyo al contingente invasor de Máximo Gómez en la trocha de Júcaro a Morón, así como las no pocas heridas que le proporcionaron en El Carmen y Santa Cruz del Sur y que no le impidieron seguir peleando hasta el final.
Aunque los sabemos retoños de generaciones y entornos diferentes, las honrosas convicciones de García y Reeve y sus aún palpables aportes al logro de la independencia de Cuba, son factores más que suficientes para que cada cuarto día de agosto reverbere en nuestros corazones la memoria de esta dupla de héroes hermanados por la libertad, el patriotismo y la Historia.