30 de abril de 2025

Radio 26 – Matanzas, Cuba

Emisora provincial de Matanzas, Cuba, La Radio de tu Corazón

Chernóbil y Cuba: solidaridad y empatía más allá de la tragedia

La tragedia enseñó sobre los riesgos de la energía nuclear mal gestionada, pero también dejó una lección duradera: que aún en los momentos más oscuros, es posible iluminar la esperanza desde lugares insospechados.

El 26 de abril de 1986, la central nuclear de Chernóbil, ubicada en la entonces República Socialista Soviética de Ucrania, fue escenario del peor accidente nuclear de la historia.

La explosión del reactor número cuatro liberó a la atmósfera una cantidad ingente de material radiactivo, comparable a múltiples bombas de Hiroshima, que afectó a millones de residentes en vastas regiones de Europa Oriental.

Las consecuencias inmediatas incluyeron la evacuación de más de 130.000 personas y un aumento dramático en enfermedades como cánceres de tiroides, leucemias y malformaciones congénitas. La catástrofe no solo desnudó los errores estructurales del sistema soviético, sino que puso al mundo frente a los límites de la tecnología nuclear cuando esta no se gestiona con la transparencia y el rigor debidos.

En medio de este siniestro, un capítulo de magno altruismo comenzó a escribirse desde el Caribe. A miles de kilómetros del epicentro del desastre, el pueblo cubano, en un gesto de solidaridad sin precedentes, acogió a más de 26 mil infantes afectados por la radiación bajo un programa humanitario materializado en la costera localidad de Tarará, al este de La Habana.

Gracias a la iniciativa, por más de dos décadas, estos menores recibieron atención médica gratuita, alimentación especializada y un entorno de rehabilitación integral.

La operación no fue sencilla. Implicó la movilización de recursos en un país que ya enfrentaba serias restricciones económicas, agravadas en los años noventa con el colapso del campo socialista. No obstante, médicos, enfermeros, psicólogos y voluntarios cubanos participaron activamente en la recuperación de estos niños, que padecían desde enfermedades dermatológicas hasta padecimientos oncológicos.

Más allá de los tratamientos clínicos, la propuesta ofrecía esperanzas de sanidad física y emocional para aquellas jóvenes víctimas del catastrófico evento.

Este gesto humanitario trascendió las fronteras políticas e ideológicas. Cuba apostó por una asistencia directa, sostenida en el tiempo y cargada de un fuerte componente ético. Fue una respuesta no solo sanitaria, sino profundamente moral, alineada con los principios internacionalistas de la Revolución.

Aquel empeño fue posible gracias a una estructura sanitaria sólida, forjada en años de priorización de la Salud Pública como pilar social.

Hoy, cuando han transcurrido casi cuatro decenios desde aquella noche de abril, la memoria del accidente de Chernóbil persiste como advertencia y legado.

Las secuelas ambientales siguen activas en las llamadas “zonas de exclusión”, y las vidas alteradas por la debacle aún resuenan en los relatos de los sobrevivientes.

Paralelamente, el vínculo forjado entre las víctimas de Chernóbil y el pueblo cubano permanece como uno de los ejemplos más elocuentes de solidaridad internacional del siglo XX.

En un mundo cada vez más sacudido por catástrofes naturales y crisis humanitarias, este episodio recuerda que la compasión y el deber ético no conocen fronteras. La tragedia enseñó sobre los riesgos de la energía nuclear mal gestionada, pero también dejó una lección duradera: que aún en los momentos más oscuros, es posible iluminar la esperanza desde lugares insospechados.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *