CTE Antonio Guiteras: Con las luces de Ventosa

La innovación del transformador de arranque está considerada por la Unión Eléctrica como una de las más relevantes de la CTE Guiteras. Foto: Noryis
“Su otra energía somos los innovadores”, la frase de Alejandro Ventosa Águila ilustra la dependencia de esta planta del talento de sus hombres y mujeres. Y no es, nadie lo imagine, repetición mecánica de un concepto.
A 37 años de su primera sincronización al sistema electroenergético nacional (SEN), pareciera un milagro su vitalidad. En el 2015 se quedó sin el suministro de partes y piezas garantizado por un crédito del Gobierno francés para los imprescindibles mantenimientos, un apagón provocado por la transnacional estadounidense General Electric, al comprar la firma Alstom, que proyectó y fabricó la CTE.
“Un golpe durísimo, y no es el único… Eso sí, no contaron con nuestra capacidad creativa. Nunca lo hacen. El conocimiento no se puede bloquear”, lo dice Ventosa, el ingeniero eléctrico, el físico nuclear, honrado en el 2012 con el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba en esta plaza de la inventiva que es la CTE Guiteras, una suerte de fábrica del ingenio donde habitan hoy 221 aniristas, casi la mitad de su población laboral.
Cualquiera de las soluciones cotidianas, la más sencilla, bien vale allí un reportaje, aunque contarlo no sea siempre lingüística fácil. ¿Me lo puede repetir?, y con la paciencia de un profesor Ventosa baja el voltaje de su explicación y me lleva justo hasta el transformador de arranque, roto en julio último.
“El equipo convierte la energía de 110 mil a 6 mil voltios de entrada para que el bloque pueda iniciar el arranque y luego se queda en standby. Si ocurriera un disparo, entra para alimentar motores principales, evitando así daños catastróficos como cuando en el 2004 se flexó el rotor de la turbina y la planta estuvo unos seis meses fuera del SEN”.
Por suerte, respira aliviado, siempre existió un transformador de arranque de reserva. “El problema era cómo incorporarlo a la automática igual que el otro, una operación compleja por significar cambios profundos de los paneles, el software, la electricidad, y lo que más cuesta siempre, la elaboración de los proyectos.
“Al romperse aquel, enseguida exploramos la posibilidad de que suministradores extranjeros asumieran estas faenas, denominadas transferencias automáticas, que deben lograrse en un tiempo máximo de 150 milisegundos, para que los motores no se enteren de la falla y puedan seguir trabajando”.
Según Ventosa Águila, la inversión total rondaría los 250 mil euros, “fuerte para un país afectado por la falta de divisas”. Los expertos foráneos argumentaron lo difícil del proyecto y la poca probabilidad de ser ejecutado aquí en la CTE, casi imposible por la presunta “falta de intelecto… Eso encendió nuestra motivación. Era ya una cuestión de honor, de demostrar que sí se podía.”
Yurién Duarte, director de inversiones; Jesús Morodo, jefe del taller eléctrico; el joven José Ernesto Cabrera y Ventosa pusieron manos a la obra, con la tensión extra de resolver el problema en tiempo récord. La planta había salido por la avería en aquel transformador y “si no lo solucionábamos…”.
Resume que fueron tres días con sus noches y madrugadas de broncas técnicas, de contradicciones entre los cuatro dentro de una nave, al lado de los dos interruptores habilitados, a los que “transferimos todas las posibilidades del original, luego de transformar celdas, conformar los planos… y el cuidado en cada paso para evitar la ocurrencia de un cortocircuito y sus correspondientes daños.
“Con piezas recuperadas armamos paneles, le devolvimos la utilidad a antiguas tarjetas, ahora usadas como señalizadores… Logramos que el transformador contara con el automatismo como si fuera el proyecto inicial y, además, construimos e incorporamos las protecciones para preservarlo de cualquier avería”.
Un valor añadido tuvo la inventiva. “Como la planta está agregando tecnología nueva es necesario capacitar a los egresados de la universidad y otros ingresos en cuestiones de protección. Entonces fabricamos un puesto con equipos para tales fines”.
Tan buena resultó la solución, que “de un máximo de 150 milisegundos para realizar las transferencias, ahora los interruptores entran de 60 a 80”, asegura el operador Kevin Daniel Jorge Fernández, un joven de 23 años, que en Ventosa encontró la inspiración para enamorarse de su oficio. “No todos los días se tiene a un Héroe al lado, a un maestro”.
Él no es el único. José Ernesto Cabrera, uno de los cuatro autores del trabajo, profesa la misma admiración por Alejandro Ventosa. El especialista en protecciones eléctricas lo escucha, le agradece y confiesa la alegría de haber resuelto lo del transformador de arranque, no solo en 72 horas, sino en medio de la tensión del verano y en la cercanía de una fecha con tanto simbolismo como la del 26 de Julio.
“Nada me emociona como ver el humo de la chimenea”, dice Ventosa, parado en la escalinata del edificio donde se observa la mejor vista del bloque al que llegó en 1982, en fase constructiva, y del cual solo se desvinculó el fin de semana posterior a su jubilación.
El fundador lleva 43 años en la planta matancera, el hogar en el cual el Máster en Ciencias sigue aprendiendo y, más que eso, compartiendo saberes.
Nacido en abril de 1952, a sus 73 años continúa siendo un hombre de absoluta fe en la fuerza del conocimiento, desde el que divisa el bien y desarma imposibles. Esa es su energía, otra luz en la CTE Guiteras.
/Trabajadores