10 de diciembre de 2024

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Navidad en la Franja de Gaza

Jesús nace en Gaza y ahora ya no pueden matarlo, porque resucitará en cada niño, en cada joven, en cada ciudadano palestino consciente de que la tierra de las viñas y los olivos guarda en su suelo las cenizas de sus más antiguos ancestros.
Un Niño Jesús que no está en el pesebre, sino entre ruinas, como las que sepultan a diario en Gaza a muchos niños, es el nacimiento montado esta Navidad en una iglesia de Belén. Foto: EFE.

En esta Navidad Jesús nace en Gaza. No en un pesebre, sino entre los escombros de lo que queda de las viviendas de sus habitantes.

No nace rodeado de animales, sino de bombas detonadas, balas de fusiles Tavor Tar disparadas contra la población civil (950 disparos por minuto), granadas y gases letales. Y de los vuelos asesinos de los cazas F-35.

Jesús nace e ignora que sus padres, que pretendían refugiarse en Egipto, fueron alcanzados por una lluvia mortal de bombas bunker buster lanzadas por las tropas israelíes.

Ahora no es el rey Herodes el que pasa por el filo de la espada a cientos de niños. Es el gobierno sionista de Netanyahu, en su ansia de venganza y de extermino de quienes considera “animales humanos”, según declarara el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant.

Jesús y sus padres no encontraron albergue en Belén. Tuvieron que alojarse en un pesebre. Igual que ellos, las familias palestinas fueron sumariamente expulsadas de sus hogares para dejarles espacio a los colonos sionistas, que no reconocen el derecho de la nación palestina a crear un Estado legítimo. Desplazados, esos millares de familias se vieron confinados en los estrechos límites de Gaza y Cisjordania, controlados por tropas israelíes como si fueran subhumanos, sobreviviendo en condiciones de un campo de concentración a cielo abierto.

Jesús nace hoy sin que los magos vengan a hacerle presentes de oro, incienso y mirra. Lo que le han regalado ahora son 12 mil toneladas de bombas desde el 7 de octubre (33 toneladas de explosivos por kilómetro cuadrado), lo que equivale a una bomba atómica.

No hay coro de ángeles ni cánticos de gloria a Dios, sino el sonido estridente de las sirenas de alarma y el silbido aterrorizador de los proyectiles disparados por los cañones mortíferos de los tanques Merkava.

Jesús nació bajo el sello de la discriminación por ser palestino, por ser un hijo bastardo de una pareja nazarena (tanto es así que José quiso abandonar a María cuando supo que estaba embarazada), por ser un sin techo, porque su familia ocupó la tierra de una finca en Belén, porque lo consideraron blasfemo y usurpador del título de Hijo de Dios.

Una vez más Jesús es rechazado en su propia tierra. Si a sus coterráneos les impiden crear su Estado, cualquier acción de autodefensa que emprendan será calificada de “terrorista”. Un calificativo que los grandes medios de comunicación nunca emplearon cuando Menachem Begin, el 22 de julio de 1946, voló por los aires el Hotel King David en Jerusalén y mató a 91 personas. Ni cuando más de 200 mil personas, todas inocentes, fueron cruelmente asesinadas en el mayor atentado terrorista de todos los tiempos: las bombas atómicas lanzadas por el gobierno de los Estados Unidos sobre las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki. Sí, Hamas transgredió las normas de la “guerra justa” al secuestrar a más de 200 personas, la mayoría civiles. Pero, ¿quién protesta ante las “detenciones administrativas” realizadas por el gobierno de Israel, que mantiene en prisión a cerca de 5 mil personas sin acusaciones formales?

Jesús nace en Gaza y ahora ya no pueden matarlo, porque resucitará en cada niño, en cada joven, en cada ciudadano palestino consciente de que la tierra de las viñas y los olivos guarda en su suelo las cenizas de sus más antiguos ancestros.

Por: Frei Betto/Cubadebate

          Un nacimiento muestra al Niño Jesús entre escombros este domingo en Belén. Foto: EFE.

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