Eusebio y la Historia

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Mucho debe la mayor de las Antillas a un soñador enamorado de la Historia que devino su aprendiz y eterno cultor, quien hizo de la preservación y restauración del patrimonio cultural y arquitectónico de la Isla su más altruista y cimera empresa y cuya impronta, a cuatro años de su partida, reverbera en las calles de la adorada ciudad a la que siempre entregó su corazón.
Esa pasión por desandar los misterios del ayer llevó a este habanero de formación autodidacta llamado Eusebio Leal Spengler y nacido el 11 de septiembre de 1942, a los brazos del historiador Emilio Roig, que le confió sus saberes desde el magisterio y a quien sucedió al asumir la dirección del museo de la localidad capitalina y, ulteriormente, de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
A su Licenciatura en Historia sumó un postgrado sobre restauración de Centros Históricos y posteriormente egresó como Doctor en Ciencias Históricas y Maestro en Ciencias Arqueológicas y en Estudios sobre América Latina y el Caribe, fue electo director del Programa de Restauración del Patrimonio de la Humanidad y fue miembro de las Academias Cubana de la Lengua y Estadounidense de las Artes y las Ciencias.
El otrora Palacio de los Capitanes Generales, la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, el Castillo de los Tres Reyes del Morro y el Capitolio Nacional, entre muchos otros, incluyeron la extensa lista de enclaves del centro histórico capitalino, cuyo restablecimiento encabezó con ingente pericia y sentido de pertenencia.
Asimismo, lideró honoríficamente la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, la Comisión de Monumentos de la Ciudad de La Habana, fue Embajador de Buena Voluntad del sistema de las Naciones Unidas y asesor del tema para la Erradicación de la Pobreza, del Programa de la ONU para el Desarrollo.
Entre sus innumerables lauros mereció la distinción Honoris Causa por parte de distintas casas de altos estudios latinoamericanas y europeas, las órdenes del Libertador Simón Bolívar de Venezuela, de las Artes y las Letras de Francia, al Mérito de la República Italiana y Juan Marinello de La Habana, así como por la Cultura Nacional Cubana, Lázaro Peña de Primer Grado y Félix Elmusa, entre muchísimas otras.
De igual forma, contó en su haber con múltiples medallas como la Víctor Hugo y del Decenio Mundial para el Desarrollo, 1300 años del Estado Búlgaro, así como la llave de las ciudades de Panamá, Morelia, Cusco, Michoacán del Campo, Cartagena de Indias, etc.
Tras un prolífico periplo profesional como estudioso, político, ensayista, investigador e historiador, un cáncer de páncreas acabó escamoteándole la existencia el 31 de julio de 2020 a la edad de 77 años y los admiradores manifiestos de su quehacer, nacionales y foráneos, rindieron el oportuno tributo a este trascendental héroe antillano.
Y aún recuerdo cuando, consciente de su presencia en la Atenas de Cuba, integré la lista de periodistas en formación que no dudamos ni un segundo en perseguirle por toda la urbe yumurina para, como adeptos de su sapiencia, inmortalizar el momento con una casual instantánea que, hoy cual dádiva de aquellos tiempos, guardo entre mis más preciados tesoros.