La semilla del trabajo en buenas manos
Su nombre perdura en el ejemplo, en la voluntad para aprovechar las fuerzas hasta el último respiro. Lázaro Peña luchó porque el trabajo no fuera sinónimo de supervivencia, y apostó por su capacidad transformadora de la condición humana.
Nació el 29 de mayo de 1911, en la localidad habanera de Los Sitios, con la entonces doble cruz de la desgracia: pobre y negro. Las dificultades económicas y la muerte de su padre cambiaron el sueño de violinista por la realidad del trabajo infantil, a los diez años.
Desde los 18 brindó al Partido Comunista de Cuba la mezcla de sus bríos y de su madurez advertida por Rubén Martínez Villena. Luego de un tránsito por organizaciones obreras y sindicales, asumió el liderazgo de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), fundada el 28 de enero de 1939.
Enfrentó a los opresores, los que actuaban en el país, y los imperialistas, que eran sus jefes. Denunció al asesino de Jesús Menéndez en el mismo escenario del crimen, Manzanillo. Combatió el mujalismo instaurado dentro de la ctc, para defender los intereses de los dueños y los explotadores, lo cual era una fuerte amenaza para la unidad proletaria.
Tras el III Congreso de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), celebrado en Santiago de Cuba, en 1953, la dictadura de Batista le prohibió regresar a Cuba. Pero el triunfo de la Revolución le ofreció la oportunidad para continuar su lucha. En 1961, en el xi Congreso de la rebautizada Central de Trabajadores de Cuba, lo eligieron su Secretario General, hasta 1966.
Contribuyó a fundar la Confederación de Trabajadores de América Latina y la Federación Sindical Mundial. A comienzos de 1973 lo esperaba un nuevo desafío: la jefatura del Departamento de organizaciones de masas, en el Comité Central del Partido.
Fue su gran enseñanza mantener los lazos con la vida laboral, a pesar de sus responsabilidades, y legó criterios de gran vigencia como el papel del sindicato, su democracia y capacidad de convencimiento, además de la superación de sus dirigentes.
Retó a su enfermedad mortal; antepuso el éxito del XIII Congreso de la CTC a su salud. Su energía inextinguible transformó su funeral en un nacimiento, y Fidel afirmó: «Vinimos a depositar una semilla».
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/Granma