El Bárbaro del Danzón
El pentagrama antillano encontró en Barbarito Diez Junco a uno de sus principales exponentes, recordado no solo por la soltura y riqueza melódica de sus interpretaciones, sino también por devenir ícono del género que Miguel Faílde legó a nuestra cultura y que le valió el título de «La Voz de Oro del Danzón» en Cuba.
Nacido en el betancoureño territorio de Bolondrón el 4 de diciembre de 1909, Diez Junco demostró desde la infancia un inagotable talento musical que lo llevó a integrar el trío Los Gracianos y, tiempo después, la agrupación del director y arreglista Antonio María Romeu, donde engalanó con su voz los más variopintos danzones, boleros y sones y que, tras la muerte de Romeu, pasó a denominarse Barbarito Diez y su Orquesta.
Más de medio siglo bastó a este cantor para situar al danzón y al bolero cubanos en lo más alto del podio musical. No es sorpresa entonces que escenarios de República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, México y demás naciones de Latinoamérica atestiguaran con deleite el virtuosismo y la elegancia con que obras como Martha, El que siembra su maíz, Olvido, Lágrimas Negras, Juramento, entre otras, compuestas por grandes de nuestra cancionística de la talla de Ernesto Lecuona, Moisés Simons, Eliseo Grenet, Pedro Flores o Rafael Hernández y muchos más, cobraran vida con la singularidad y magnitud de su voz.
Autodidacta y apasionado, sencillo y modesto según cuentan aquellos que tuvieron la dicha de conocerlo y compartir con él, fue merecedor de las prestigiosas distinciones Por la Cultura Nacional y Raúl Gómez García, así como la Orden Félix Varela de Primer Grado y la medalla Alejo Carpentier, entre otros lauros por su notable trayectoria profesional.
Desafortunadamente, Barbarito Diez falleció el 6 de mayo de 1995 en la capital del país a la edad de 85 años, dejando tras de sí una intachable huella artística inmortalizada por la historia y perenne en la escena musical contemporánea.
