Entre la espera y la esperanza

Hablar del transporte en Cuba es hablar de la cotidianidad de millones. De paradas que se llenan desde temprano, de rostros que miran al horizonte esperando que aparezca “algo” y de la solidaridad que se teje entre desconocidos cuando alguien grita: ?Alguien va para el Vedado?
No es secreto que moverse por la ciudad o entre provincias puede ser un reto. Las guaguas demoran, los camiones particulares no siempre alcanzan y los precios del transporte alternativo a veces superan lo que muchos pueden pagar. Pero aun así, el cubano se las ingenia.
Camina, comparte, espera… y sigue.
Los choferes hacen lo que pueden con lo que tienen. Muchos vehículos llevan años en servicio y mantenerlos funcionando requiere creatividad, esfuerzo y piezas que no siempre están isponibles. Aun así, cada día salen a la calle enfrentando el sol, la lluvia y el cansancio.
La situación es compleja, sí, pero también está llena de gestos humanos. El que da botella sin pedir nada a cambio. El que cede el asiento. El que, aunque lleva prisa, espera que suba el abuelo. Porque en Cuba, moverse no es solo cuestión de ruedas…, es cuestión de alma.
Y mientras se buscan soluciones, mientras se trabaja por mejorar rutas, frecuencias y condiciones, el pueblo sigue adelante. Con paciencia, con humor y con esa capacidad única de convertir cada espera en una historia.